martes, 14 de julio de 2020

Me contacté con la línea de prevención del suicidio en Bogotá, y esto fue lo que pasó




Hace un par de meses, tuve una recaída fuerte en mi enfermedad, que si usted ha leído mi post de hace tiempo, ya sabrá cuál es. Si bien a la larga no fue grave (es decir, aquí sigo), fue algo complicado que me llevó a ponerme en contacto con la famosa línea de prevención del suicidio de Bogotá, a la que tanto bombo le han hecho últimamente, sobre todo por este asunto de la cuarentena. A continuación le contaré toda la historia. 

Empecemos por narrar que tratar de comunicarse con la línea es un suplicio, no semejante a cuando usted se contacta con un call center de servicio al cliente, en el que pueden pasar horas para que le contesten. El meollo del complique se encuentra en la falta de claridad en cuanto a cuál es el número telefónico correcto, por lo que, acudiendo al que sale por internet, me encontré al principio llamando a todas partes, menos a la que necesitaba.  

Cuando logré dar con la línea correcta (es la 106) y por fin pude contactar, me percaté al instante de que ese cuento de que al otro lado de la línea hay una persona dispuesta a escucharlo a uno es una vil mentira. Quien contestó la llamada me remitió a un número de WhatsApp (como quien dice, si uno no tiene un smartphone, se jodió), al que no se puede enviar notas de voz, mucho menos llamar. 

Y en estos casos se hace más cierta que nunca la frase que dice un amigo, una llamada vale más que mil mensajes por WhatsApp. Es decir, en una llamada uno puede sentir que de verdad puede conectar con alguien, que ese alguien tiene algo de empatía hacia cualquier situación por la que esté pasando, que usted es importante, cosa que así sea un pajazo mental, puede ser de gran ayuda en el momento en que está pensando seriamente en quitarse la vida.  

Después del inciso anterior, podemos continuar con la historia. 

En el número de WhatsApp me puse en contacto con una psicóloga, a quien llamaremos T. T me preguntó someramente cómo estaba mi vida en este momento, a qué se debía mi crisis, si alguna vez me había visto un psicólogo o un psiquiatra, si tenía algún diagnóstico médico (fui diagnosticada con depresión crónica hace muchos años) y si ahora mismo estaba tomando algún medicamento. 

Acto seguido, procedió a darme algunas palabras de, según ella, aliento, como “has sido muy valiente al resistir tanto tiempo sin medicación (lo sé, gracias)”, o “intenta tener una actitud más positiva (¡no me digas!, ¿eso con qué se come?) y tomar mis datos personales para remitir mi caso al hospital de mi localidad en Bogotá para que un profesional de la entidad pudiera ocuparse del tema. 

Doña T afirmó que se iban a comunicar lo más pronto posible conmigo para concretar una cita, así fuera virtual. Han pasado ya dos meses y eso nunca sucedió. 

Ahora. usted se preguntará por qué no intenté contactar otra vez. El motivo es simple, he visto a profesionales en salud mental desde los 7 años, aproximadamente, y nunca me he sentido cómoda. Sin embargo, cuando me veo mal y estoy consciente de que necesito ayuda urgente, intento tratar de confiar en que esta vez será diferente y buscarla. No fue el caso. Si he de ser honesta, por alguna extraña razón me sentí como si tuviese 12 años de nuevo y el pelafustán de turno le estuviese diciendo a mis papás que mis intentos de suicidio eran por llamar la atención. 

La verdad es que en ese momento, en el que me vi en la inmunda y sin muchas posibilidades, me ayudó más hablar con un amigo/conocido de Facebook a quien respeto profundamente como profesional y considero una persona sensata que chatear con la supuesta psicóloga del distrito. A ese man sí le pueden dar las gracias de mi parte.

9 de julio

Esta historia originalmente iba a concluir con que, luego de dos meses, nunca me contactaron como lo habían prometido. Sin embargo, hace unos días lo hicieron, ¡ya para qué! Pero no se me emocione de a mucho, querido lector, porque el cuento se hace aún más escabroso.

Como mencionaba, recibí la famosa llamada que ya no esperaba y que contesté aún temiendo que fuera una culebra. Cuando supe de qué se trataba, sinceramente me exasperé y llegué a ser un poco brusca con la persona al otro lado de la línea, a quien llamaremos C. Como se lo dije a ella y sigo sosteniendo, me parece el colmo que después de tanto tiempo por fin se comuniquen conmigo. C me respondió con la típica excusa pueril, “la profesional que se pone en contacto contigo no tiene la culpa, acabo de recibir tu caso”, aunque ante mi insistencia terminó excusándose en nombre de la entidad. Sin embargo, el daño ya estaba hecho, ya había logrado indisponerme.

Lo peor del caso es que C se limitó a tomar los datos que yo ya había proporcionado cuando contacté con el distrito, incluyendo el motivo de mi consulta, como si no fuera obvio. Y la cereza de este pastel fueron las frases de autoayuda para masas que terminó soltando, como “muchas personas pasan por situaciones difíciles, y peor aún en la crisis que estamos atravesando a nivel mundial (por cierto, ahí caímos en una falacia ad populum)”, o “espero que pronto puedas solucionar tus problemas”. No, pues, descubrimos juntas el agua tibia, ¡gracias!
  
Reconozco, de nuevo, que no fui la persona más amable con C, pero la verdad es que indignada es poca palabra para describir cómo estaba, ¡estaba envenenada de la piedra! Y quienes me conocen saben que, cuando me enojo, se me olvida todo asomo de buena educación.

C concluyó con su letanía diciendo que, mientras el distrito le hace seguimiento a mi caso, me contacte con mi EPS y agende una cita con un profesional. En ese orden de ideas, vaya a su EPS, pida una cita con médico general, espere que ese médico general le dé la orden para la cita con el psicólogo o el psiquiatra, y luego espere a ver cuándo hay disponibilidad para que le asignen esa cita... 

Para saber que, cuando un psicólogo o psiquiatra lo atiende a uno por EPS, lo hace en 15 minutos, y de una forma muy general le dice mafufadas o le receta medicamentos genéricos, que a largo plazo dañan su sistema digestivo. ¿Por qué creen que llevo más de 10 años sin medicación?

Por experiencia propia, sé que el servicio de las EPS en el área de salud mental es comparable con una tragedia griega, lo padecí por mucho tiempo. Ignoro cómo sea la situación con el Sisben (si usted la conoce, por favor escríbalo en los comentarios), pero si se asemeja a la de las EPS, no es de extrañarse que la gente prefiera llamar a la línea, esperando que estos profesionales sí tengan algo de sentido de urgencia. Como hemos visto hasta ahora, no es así.  

Volviendo al tema, quizá lo más impactante es que a quien pusieron en contacto conmigo no fue un psicólogo, o un psiquiatra. No, fue una trabajadora social, que poco o nada puede hacer, pues no es su campo de experticia, ¿o sí?. Cabe preguntarse por qué. Es decir, ¿para el distrito soy una estadística más?, ¿a la entidad le preocupa ayudarme, o solo está intentando recabar datos?, ¿será que a ninguno de ellos le importa si vivimos o morimos? A la luz del tiempo que tardaron en comunicarse de vuelta con esta servidora, la respuesta resulta obvia.

Y lo vamos a confirmar en un par de meses, cuando se vuelvan a contactar conmigo y los pueda mandar directamente y sin escalas a la puta mierda…

14 de julio

Este post iba a ser publicado hoy en la noche concluyendo con el párrafo anterior, cuando estaba decidida a enviar a la entidad y a sus profesionales de paseo a Pekín. Sin embargo, he de decirle, querido lector, con mucho gusto que me han dejado con la boca bien cerrada.

Hoy en la tarde me volvió a llamar C, la trabajadora social, con quien, por cierto, me disculpé por las cosas que le dije durante la primera llamada y a lo largo de este post. Me dijo que un psicólogo se estaba tratando de comunicar conmigo, pero que no había sido posible. Revisé el teléfono y, en efecto, tenía una llamada perdida y un mensaje de voz del tipo, a quien llamaremos F.

Tengo que admitir que, como me lo temía, los visos de mediocridad del servicio de la Secretaría de Salud no son responsabilidad de los profesionales, sino del propio sistema de la entidad. Y lo afirmo porque lo primero que F me preguntó fue cómo me había ido con los seguimientos, y se sorprendió cuando le respondí que este era el primero, que mejor dicho, él me estaba inaugurando (lo sé, eso se lee horrible, pero fueron mis palabras textuales).

Algo que me gustó fue que, aunque F me explicó que el servicio de prevención del suicidio funciona como una especie de Triage, en el que usted es atendido de acuerdo con la gravedad de su caso (en otras palabras, entre más en la inmunda lo vean, más rápido se ocupan del caso), se puso de mi parte y mostró empatía cuando le conté todo lo que les he narrado aquí. Es más, me animó a publicar este post, a pesar de lo mordaces que puedan llegar a resultar mis críticas. 

Y concluyo por fin este mamotreto contándoles que voy a iniciar de nuevo terapia. F, el psicólogo, y yo congeniamos, y parece ser un buen tipo. Van a volver a hacerme una valoración por psicología y psiquiatría, para ver si necesito medicación, psicoterapia o una combinación entre las dos cosas. Eso sí, espero y aspiro que mi terapeuta sea F, me sorprendió en gran manera durante nuestra conversación y parece ser el profesional que un caso como el mío requiere. No soy creyente, pero te lo pedimos, señor. 

Ya les iré contando cómo evoluciona la cosa por acá.

Ahora, usted se preguntará, si la Secretaría de Salud de Bogotá tarda más de lo que debería en prestar servicios de salud mental, y yo conozco a alguien que lo necesita con carácter urgente, ¿qué carajos hago? Hablaremos de esto en un próximo post, manténgase en contacto y espérelo sentado.

Mientras tanto, si le gustó este post, comente y comparta, eso ayuda un montón. Que gracias.


En otras noticias, la autora de este cochino blog se suma, como buena fan de Glee que fue, al luto por el fallecimiento de Naya Rivera, confirmado ayer. Paz en su tumba. 

7 comentarios:

  1. Quiero empezar este comentario reconociendo que aunque tenemos una ley de salud mental que es la 1616 de 2013 y una política distrital de salud mental 2015 - 2025 las cuales hablan del derecho a la atención integral en salud mental, encontramos todavía barreras de acceso a servicios de promoción y prevención de trastornos de salud mental así como de tratamiento, por otra parte encontrarnos estrategias que aportan de una u otra manera a identificar, brindar atención inicial y canalizar a dichos servicios, pero falta integrar estas estrategias y materializar la atención según la normatividad, para terminar quiero decir que aunque hay profesionales y equipos interdisciplinarios dispuestos a brindar atención con calidad y oportunidad todavía hay aspectos administrativos que inciden negativamente en la atención y en la continuidad de los tratamientos.

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    1. Cuando por fin logré superar todas las barreras del sistema de salud, me encontré con un magnífico profesional. Algunos podrían preguntarle a este sujeto un tip o dos sobre cómo trabajar con el paciente, demostrando empatía en todo momento y estando dispuestos a escuchar. Gracias por tu comentario.

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  2. HEYYYYYY!!!... tenemos una charla pendiente! besos

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    1. Claro que sí, mi amado Tata.
      ¡Muchas gracias por tu comentario!
      Un beso y un abrazo de oso para ti.

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  3. Con un excompañero (llámese V) de colegio estábamos analizando esta historia, y llegamos a una conclusión. Sin importar donde estés, siempre tienes la sensación de que las personas con problemas mentales parecen ser más una carga muerta para la sociedad, que un problema.
    V decía que durante los últimos años es mucho más evidente. Se prometen cosas porque son "necesarias", pero al final del día, ves que como tal no hay una infraestructura diseñada para poder soportar su constante uso. Pero en general, la población polombiana ve esto como un problema que se arregla con un "no estés triste", pero las hay peores "orando eso se quita".
    Cuando leí esta historia por segunda vez, sentí gran compasión y simpatía por ti. Tal vez, porque al ver lo escrito, veo una autobiografía de mi apesadumbrada vida (subjetivamente).

    Aquí mi grano se sal (EcSvMFm2ABE) y azúcar (TTAU7lLDZYU)
    Suerte

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    1. Y mira que a veces, las personas con problemas mentales se convierten en un problema para la sociedad, ya ves lo que pasó durante el nazismo.
      V tiene razón en lo que afirma en cuanto a la infraestructura del sistema prometido, además tengo que agregar que ese tipo de frases tan polombianas son consecuencia de la falta de empatía de quien nunca ha sufrido tales situaciones.
      Mil gracias por leerme dos veces, y por tu comentario. :)

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    2. Perdón, pero no sé a que hecho en particular te refieres durante el nazismo. Tantas cosas atroces ocurrieron, qué para mi ya es difícil apuntar a un hecho.
      No sé si es necesario que una persona tenga que sufrir o pasar por algo, para poder sentir empatía. Personalmente, no creo que sea así, pero si creo que sentir ese dolor sí genera empatía. Por ejemplo, V (alguien a quien admiro mucho) y yo, nos sentimos identificados con tu historia. Aquí en polombia, yo creo que ese tipo de frases se encuentran en la matriz cultural, y es muy difícil sacarlas de allí. Sabes, yo creo que es pura ignorancia, más no empatía.

      Para mí fue un placer leer tu historia. Lo repito, V y yo nos sentimos identificados con tu relato, y entendemos muy bien a lo que te refieres. Ojalá un día, pidiéramos hablar sobre este tipo de cosas de una forma más clamada, y con una visión mucho más positiva

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