sábado, 2 de marzo de 2013

Mario Mendoza o La importancia de llegar a tiempo.

Ese día me había ido a la casa temprano porque supuestamente no tenía clase en la tarde. Me arreglé como si fuera a encontrarme con alguien muy importante, de hecho iba a hacerlo. Esa noche iba a conocer a uno de mis tres escritores colombianos favoritos, y eso era todo un acontecimiento teniendo en cuenta que jamás conoceré a Andrés Caicedo (porque "afortunadamente" se suicidó) y probablemente no conozca a Fernando Vallejo en mucho tiempo (porque odia este país tanto como yo y muy seguramente no vuelva en un buen rato), así que tener frente a frente a Mario Mendoza tenía bastante peso, y lo sigue teniendo.

Estúpidamente, me fui por la 30 pensando que tenía el suficiente tiempo para llegar al auditorio (había salido de mi casa a las 5:30), y por el estúpido miedo que me da caminar sola por el centro de noche decidí coger el alimentador que me dejaba al frente de la universidad. Craso error. Terminé llegando a las 7:00 cuando la cita era a las 6:30, por tanto casi no me dejan entrar a la conferencia y me perdí más de la mitad. Y el motivo de no dejarnos ingresar no era la hora propiamente, sino que el auditorio ya estaba a reventar (claro, a la voz de firma de libros gratis). Finalmente entré.

El tipo hizo un recorrido bastante extenso por todo su libro, cuya mitad me perdí por los motivos explicados anteriormente. No voy a hacer de "spoiler" y contarles de qué se trató la charla para que les de envidia y ganas de leerse el cuento, mejor dicho, los cuentos. De lo que si voy a hablar es de lo que sucedió después, de la firma de libros. 

Era una fila larguísima, pero carajo, tan merecida que la hice sin chistar como suelo. Y lo que me pareció curioso fue que cuando llegué el pisco miró mi copia de Satanás como con mucho cariño. Fue bonito, he estado obsesionada con esa obra desde hace ocho años, cuando una noche en casa de mi mejor amiga me prestó la copia de su hermano y la devoré enseguida, me absorbió como muy pocos libros lo han hecho y lo terminé en dos horas (aunque la película me pareció pésima y así se lo dije a Mendoza... nunca hay que juzgar un libro por su película). Ahora, mis copias de Scorpio City y La Importancia de Morir a Tiempo no fueron tan apreciadas, lo noté en la manera de verlas y firmarlas. Es que se nota la diferencia entre un libro que ha esperado durante ocho años ser firmado por su autor y un libro que huele a nuevo, recién comprado para la ocasión...

Pero ya no lo están. Leí Scorpio City mientras esperaba el avión a Cúcuta, mientras esperaba que me recogieran allá y en las primeras noches acá. Lo disfruté mucho. Así es que me gustan las novelas policiacas, crudas, con altas dosis de realismo... Y mucho después de esa conferencia leí el mentado libro que se estaba promocionando, La Importancia de Morir a Tiempo. Me pareció muy interesante la manera en la que fue concebido, como una colcha de retazos. Fue un goce leerlo, lo terminé en tres noches de a raticos. Eso es lo bueno de estar en un cuarto donde no hay televisión ni internet, que la soledad te hace desear leer y escribir. Y mientras lo estuve leyendo, se me vino una idea loca a la cabeza: hacer mi propia versión del libro, reescribir los relatos, meterle una parte de mi a esas historias, responder algunos interrogantes planteados ahí, incluso dibujar si el caso lo requiere (si me inspiro lo suficiente). No es que vaya a plagiar el libro, claro que no, voy a referenciarme a partir de su libro y hacer mis propias averiguaciones. Claro, de muchas historias que se encuentran en el libro solo tengo la versión de Mendoza (y a pesar de admirar al hombre y estar de acuerdo con muchos de sus postulados eso no me es suficiente para emitir mis propios argumentos); me faltan datos, pero para eso está internet. No, la idea no es publicar nada (aunque si algún fragmento es digno de ser mostrado tal vez lo haga por acá como quien no quiere la cosa), sino registrar mis aportes a la causa en el mismo libro, pegándole hojitas. Seguramente al final quedará un desorden descomunal, y parecerá una colcha de retazos peor que al principio. Es la idea.