martes, 24 de diciembre de 2013

¡Odio la navidad! (Christmas resistance)

Antes que nada, debo decir que no es mi intención faltarle al respeto a quienes disfrutan la navidad, pero que así como respeto profundamente sus creencias, espero lo mismo de su parte.


Muchos de los que me conocen saben que no me gusta la navidad, me han visto miles de veces publicarlo o hacer mala cara cuando veo que desde finales de octubre empiezan a decorar en todas partes. Pero muy pocos saben por qué, aquí me permito explicarlo, a quien le interese.


Dice la canción: “llegó diciembre con su alegría, mes de parranda y animación”. Para mucha más gente de la que se piensa, entre quienes me incluyo, diciembre es todo, menos alegría, parranda o animación. Y no necesariamente porque estamos solos en este mes, o nos creemos irreverentes, o somos rebeldes sin causa que nos vendemos al primer plato de buñuelos, o porque la falta de creencia en un Dios le quite todo el significado a estas fechas. Aunque estas puedan ser razones válidas, no nos gusta la navidad por otros motivos mucho más importantes que esos (para nosotros son importantes, que no lo sean para ustedes no es nuestro problema), y antes de criticarnos por no unirnos a la algarabía general, creo que estos argumentos deberían ser conocidos, a pesar de no ser compartidos.

La música decembrina.

Recuerdo mucho que el año pasado cuando trabajaba en un conocido almacén de la ciudad, desde el 16 de diciembre como hasta el 1 de enero ponían solo música de navidad. Y mientras mis compañeros de trabajo e infortunio estaban felices de la vida, yo sufría ante el panorama de aguantarme esa vaina durante ocho horas diarias. Debo decirlo, el chucu-chucu que tanto gusta en las familias colombianas me parece detestable desde siempre. Grupos como Los 50 de Joselito, Los Corraleros de Majagual, Los Hispanos y demás “engalanan” las fiestas navideñas, y a mí me dan ganas de que se me exploten los oídos. Además, me ponen en la infrahumana tarea de bailar sus canciones, cuando un mosquito de finca se mueve más que yo.

Por otro lado, en los últimos años le he agarrado particular aversión a los villancicos. Todos los años cantamos retahílas ininteligibles pero no tenemos idea de qué significan, ¿o alguno de ustedes sabe qué carajos quiere decir Tutaina, o Antón Tiruliruliru? Ahora, si hay algo peor que los villancicos, son los villancicos cantados por niños, con pajaritos de fondo. Para mí es una tortura escuchar a estos impúberes balbucear aquellas tonadas que ni ellos mismos entienden.

Las peloteras.

Usted quiere pasear tranquilo por las calles de su ciudad, pero se encuentra con ríos y ríos de gente ávida de comprar, o de ver las lucecitas (que hasta bonitas son), o de lo que sea. Bogotá en diciembre se pone peor que Transmilenio, aunque con algo más de aire. Y lo siento, pero si la gente me molesta per se, en navidad no me dan ganas ni de salir de mi casa ante semejante panorama.

Ni hablar de desearle una feliz navidad a mis amigos (algo que por razones que encontrará más abajo dejé de hacer hace mucho), porque el hecho de transportarse de un lugar a otro el 24 de diciembre es todo un desafío, así usted tenga carro; y si lo que se desea es evitarse la fatiga y solo llamar al amigo en cuestión, mejor dejarlo para el 25 o hacerlo más temprano, pues a las 12 de la noche del 24 todas las líneas están congestionadas.

El desmedido consumismo.

Siempre en navidad uno ve a la gente (sobre todo a los padres de niños pequeños) desgañitándose consiguiéndole regalos a Raimundo y todo el mundo. Dependiendo de sus posibilidades, usted los ve el 24 regalando hasta lo que no tienen, botando la plata a diestra y siniestra. Ahora, esto no es malo por sí mismo, hasta provechoso es. Lo malo es cuando lo hacen para congraciarse con todos, como si eso fuese lo único que uno les puede ofrecer a los demás. Además de plata, simbolizada en regalos, también uno debería compartir tiempo, cariño, otras cosas con la familia, y no solamente en navidad, como si fuese una alerta.

El consumismo no solo se ve en los regalos, sino en ostentosas cenas y decoraciones. Recuerden que Jesús era pobre, no se hagan los ricos en estas fiestas.

La hipocresía familiar.

Creo que el hecho de ser familia no obliga a que uno le caiga bien a todo el mundo, cosa que está bien. Lo maluco es cuando uno sabe que orgullosamente es la oveja negra de la familia, el miembro incómodo que llaman, pero en navidad todo cambia de manera casi mágica. Como si uno no supiera que detrás de cada sonrisita, de cada gesto amable, se esconde un profundo desprecio hacia quien uno es. Como si uno no se diera cuenta que detrás del “feliz navidad” está un “¿por qué me tengo que aguantar a esta imbécil?”. Todo sería más sencillo si ni siquiera se molestaran en fingir, si lo dejaran a uno tranquilo en su rincón, observando en silencio la interacción familiar. Ojo, no estoy hablando de mi propia familia, pero si a alguien le cae el guante…

A pesar de todas estas cosas, aun cuando todo esto me molestara, todavía seguía disfrutando la navidad, pero todo cambió hace exactamente ocho años.

Todos los motivos anteriores son estupideces comparados con lo que narraré a continuación. A las 9 de la noche del 24 de diciembre de 2005 me encontraba tranquila en el computador de la casa de mi abuela poniendo música, a pesar de que mi padre se encontraba grave en una clínica. En ese momento llegó uno de mis tíos, y me dio la siguiente noticia: “tu papá se puso muy grave, tu papá se murió”. Hace exactamente ocho años murió la persona que más amaba en el mundo, la más importante en mi vida. Por eso, mientras para muchas personas la navidad simboliza el nacimiento de Jesús y esta es una época de recogimiento, de unión familiar y de felicidad; para mí no es más que un nuevo aniversario luctuoso de mi papá, una fecha que me recuerda con toda contundencia que él ya no está conmigo, un día en el que cada año lo extraño más. 

Por esta sencilla razón detesto con toda mi alma la navidad. El resto de cosas me fastidian porque me recuerdan mi propio duelo.

A pesar de eso, les deseo feliz navidad, y que se los coma el Grinch.

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jueves, 19 de diciembre de 2013

Disney nos jodió la vida.

Es verdad que agentes externos como la literatura, la televisión, la publicidad, el cine y las revistas tienen algo en común en cuanto a qué somos como mujeres. Se nos presenta a menudo como las pobres muchachitas desvalidas que necesitamos a un hombre para que nos salve del mundo, o de nosotras mismas. Nos vemos por lo general como niñas en cuerpo de adultas, sumisas, desprotegidas, ávidas de cariño y atención, así seamos independientes en el ámbito económico y hagamos más dinero que ellos. Disney no escapa a esa lógica, y mucho se ha dicho acerca de la tremenda influencia que sus películas han tenido sobre la configuración de los roles de hombres y mujeres en la sociedad. Ahora bien, no es mi intención afirmar que las niñas y las mujeres somos tan estúpidas que al ver que la protagonista de cierto filme hace determinadas cosas (o deja de hacerlas) la vamos a imitar sin el mínimo razonamiento sobre si su comportamiento nos conviene o no, porque eso sería perpetuar la estigmatización que la industria del entretenimiento hace sobre nosotras. Tampoco pretendo satanizar a Disney porque si, Mérida y Mulan no me lo permitirían. Lo que si busco es generar una reflexión a partir de cinco casos específicos que hemos visto en las princesitas de esta compañía y preguntarme qué nos han enseñado y cómo eso ha influido en nuestro accionar como mujeres y en una relación sentimental. Además, y como entremés, me he permitido reescribir esas historias (por favor, no me tomen tan en serio), a fin de que sean más equitativas con nosotras.

La Bella Durmiente (1959)


Sinopsis. A la fiesta de bautizo de la princesa del reino, llega la bruja envenenada porque no la invitaron al convite. Entonces, profiere un hechizo sobre la niña: cuando cumpla dieciséis años, se pinchará con una rueca y morirá. El rey, temeroso, le propone que en vez de que muera, caiga en un sueño profundo (en coma que llaman), la bruja accede. En efecto, la chica a sus dieciséis se pincha con la rueca y se queda dormida, junto con todos los habitantes del castillo. Después de muchas peripecias, el príncipe la encuentra, la besa, la despierta y se casan.

¿Qué nos enseñó? Básico, a no hacer nada. Si quiere encontrar el amor, simplemente enciérrese en la torre más alta del castillo y espere a que llegue a usted. Lo malo es que si usted se limita a eso, lo más probable es que el tipo ni se dé por enterado de su existencia, y cuando usted se dé cuenta, habrán pasado los años y estará tejiendo carpetas y patines para sus sobrinos con su mamá.

Cómo reescribimos esta historia.
En efecto, la chica se queda dormida, pero no la despierta el príncipe sino un agente externo. Puede ser que la rueca le caiga en la cabeza o la picadura de un mosquito, como en Kill Bill. Sale del castillo y se encuentra con el príncipe en el bosque. Se cuadran y al cabo de un tiempo se casan, tienen dos hijos y un gato.

Cenicienta (1950)


Sinopsis. La chica queda huérfana de madre siendo una niña. El padre preocupado, lleva a su casa a una mujer a quien convierte en su esposa y sus dos hijas. El padre muere al poco tiempo y a partir de ese momento, la madrastra y sus hermanastras la tratan peor que a una sirvienta, ganándose el apodo de Cenicienta. Pasan los años y el príncipe del reino está buscando esposa, por lo que sus padres organizan una fiesta. Cenicienta quiere ir, por obvias razones su madrastra hace todo para que no vaya. La señora y sus hijas van a la mentada fiesta y cuando se han ido, llega el hada madrina y convierte a nuestra heroína en una vieja divina, que deja flechado al príncipe. Bailan toda la noche hasta que se rompe el hechizo. Esta loca sale corriendo y en su huida deja botada una zapatilla de cristal. El príncipe busca por todos lados a la chica a quien le quede la zapatilla, hasta que la encuentra. Y como en todas las películas de princesitas, se casan y viven felices por siempre.

¿Qué nos enseñó? Lo único que tiene que hacer para liberarse de su vida horrible y su odiosa familia es ponerse divina e ir a alguna fiesta de ricos donde alguno de ellos se fijará en usted y le pedirá que se casen. Ahora, esto no pasa en la vida real. Usted puede ir a la dichosa fiesta y levantarse a un gomelo de esos (o a varios), pero tenga por seguro que si lo único que tiene por ofrecer es una cara bonita, a lo máximo que llegará con ese sujeto será a un one night stand, donde al final ni siquiera se tomará la molestia de pedirle el teléfono. Chicas, no todo en la vida es una cara y un cuerpo envidiables, hay que cultivarnos intelectual y espiritualmente.

Cómo reescribimos esta historia. Cenicienta vive de la patada por cuenta de su familia, pero al príncipe no es que le vaya mejor. Tanto él como ella salen de sus casas a estudiar y trabajar, mejor dicho, se independizan. Se encuentran en la universidad, se enamoran, se casan luego de graduarse y tienen dos hijos y un gato.

Blancanieves (1937)


Sinopsis. Blancanieves es la chica más bonita del reino, tanto, que su madrastra tiene envidia de ella. Por eso, hace que un cazador se la lleve al bosque y la mate, trayendo como prueba del crimen su corazón. El tipo no es capaz de hacerlo, la deja ir y le lleva a la reina el corazón de un cerdo. En su huida, Blancanieves encuentra la casa de siete enanos, los tipos la dejan quedar con la condición de que haga todas las labores domésticas. Un día, la reina se da cuenta de que la muchachita no se murió, va a la casa de los enanos disfrazada de anciana decrépita y le da una manzana envenenada. La chica no muere sino que cae en un sueño profundo (¿se les hace conocido?) que es roto por un príncipe cuando la besa. Se casan y viven felices por siempre.

¿Qué nos enseñó? Tres cosas fundamentales. Primero, la belleza atrae la envidia de otras mujeres, en nuestros tiempos es probable que no te ofrezcan una manzana envenenada, pero si te podrían llegar a tirar ácido en la cara. Segundo, que los hombres trabajan y las mujeres deben quedarse en casa haciendo oficio. Y finalmente, que necesitas de un hombre para que te solucione la vida, en este caso, para que te la devuelva. Reconozco que el primer caso no está errado del todo, solo basta con ver la prensa roja para darse cuenta de ello. Pero en pleno siglo XXI la concepción de los roles en una pareja y del desvalimiento de las mujeres debe cambiar, tiene que cambiar.

Cómo reescribimos esta historia. Blancanieves sale del palacio porque su madrastra la quiere matar, no por ser bonita, sino por la herencia del padre. Ella llega a la casa de los enanos, pero establece las reglas del juego desde un principio: ella se va con los enanos a trabajar todas las mañanas, y por las tardes se reparten entre todos los oficios de la casa. Encuentran en la mina diamantes, se vuelven ricos y llegan a tener su propio reino, donde Blancanieves es reina y los enanos son sus ministros. Así puede enfrentar a su madrastra, quien ha perdido su belleza, y ganar para si su reino. Se reencuentra con el cazador, se casan, tienen dos hijos y un gato.

Si no les gusta mi historia, aquí les va otra reinterpretación:


La Sirenita (1989)


Sinopsis. Ariel, la hija del rey del mar, está aburrida con su condición de sirena y quiere convertirse en humana. Esto es catalizado cuando conoce a Eric quien cae al mar luego de que su barco naufragara. La chica queda embobada con el galán y le canta una canción, cuidándose de no ser vista por él al despertar. A raíz de esto, Ariel va donde la bruja malvada para que la vuelva humana. La bruja accede, pero a cambio le pide su voz. La princesa se queda durante tres días donde su galán, solo para darse cuenta que el tipo se va a casar con otra, que no es más que la bruja malvada quien se está haciendo pasar por ella gracias a su voz. Al final, se dan cuenta de esto, Eric reconoce a Ariel y se casan.

¿Qué nos enseñó? Para estar con el hombre que ama, usted debe dejar atrás su familia, sus talentos y su esencia. Mejor dicho, convertirse en la mujer perfecta… para un misógino, porque eso es precisamente lo que esta clase de especímenes esperan que usted haga. Hágalo y prepárese para comer mierda por el resto de su vida, o hasta que el tipo se aburra de usted y la deje.

Cómo reescribimos esta historia. Ariel y Eric se dan cuenta de sus diferencias y tratan de adaptarse el uno al otro en la justa medida. Simple. Es cierto que en una relación de pareja ambas partes tienen que ceder, pero las mujeres no tienen que hacerlo todo por el vínculo. No tenemos por qué cambiar todo lo que somos, hasta desaparecer, porque un hombre se fije en nosotras o por retenerlo a nuestro lado. Qué bonito que nos quieran por quienes somos de verdad, no por una máscara que al final se cae y se rompe en mil pedazos.

La Bella y La Bestia (1991)


Sinopsis. Bella es la mamacita del pueblo, que acepta alojarse en el castillo de una bestia peluda a cambio de la libertad de su padre, una especie de intercambio humanitario. La bestia en cuestión es en realidad un príncipe encantado, que para romper el hechizo debe ganarse el amor de una mujer bonita antes de que caiga el último pétalo de una rosa. Al final, el hechizo se rompe y este par se casan.

¿Qué nos enseñó? Que no importan las apariencias, pues la verdadera belleza está en el interior… claro, a menos que seas mujer. Y que con amor y paciencia hasta el cromañón más acérrimo puede convertirse en un caballero. No sé por qué, pero a las viejas nos gusta rehabilitar gamines. Nos decimos todo el tiempo, “yo lo puedo cambiar”, vaya pajazo mental. Eso que lo digan las miles de mujeres maltratadas física y psicológicamente por sus parejas, a ver si es cierto.

Cómo reescribimos esta historia. Reconozcamos primero una cosa en la Bella original. A la vieja le gusta leer, es culta e inteligente. Pero sumémosle un elemento adicional. Volvámosla más fea que Betty y metámosla en el castillo con la bestia esa, a ver si es cierto que las apariencias no importan. Y que se maten entre ellos, a ver qué pasa. El final lo dejo a criterio de ustedes, ustedes verán si el verdadero amor los vuelve bonitos o se quedan como la versión Disney de Shrek y Fiona. 

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miércoles, 11 de diciembre de 2013

El manifiesto de un miserable blog.

Nadie me lo ha pedido, pero con este pequeño post les describo mi blog, al que quiero como se quiere a un hijo bobo.


Radio Miseria nace a mediados de 2012 a partir del blog de un amigo mío (La Fiebre de las Cabañas, de Luis Carlos Ávila) y de una necesidad personal por contar historias de mi vida cotidiana con las que cualquiera se pudiese identificar, algo así como la canción que usted escucha por ahí e inmediatamente piensa: "oiga, a mí también me ha pasado esto". 

A raíz de mis experiencias propias (y un poco de lo que le pasa a la gente con la que convivo a diario) siempre me surgen una serie de interrogantes. Me pregunto por qué pasan algunas cosas y si estas afectan negativamente algo cómo podrían ser solucionadas. No pretendo responder a través del blog estos cuestionamientos pero si planteármelos y ponérselos sobre la mesa a los demás, que ellos mismos de cierto modo mediten mis inquietudes y también empiecen a hacer las propias, cosa que, quiero creer, hace la gente que me lee (y la que no también).

Ahora, ¿qué carajos escribo en este espacio? La respuesta es simple. Estupideces de todo tipo que por alguna razón a la gente le gustan. Pero al mismo tiempo son cosas que por mis circunstancias no me parecen tan estúpidas. Es lo que pienso, lo que creo, lo que vivo. Por momentos me bloquea el vivir situaciones más del día a día que interesantes, pero planeo no dejarme callar por esto sino traerlas a colación, a ver qué sucede. Creo firmemente que de las vivencias que parecen más insignificantes se pueden extraer ideas realmente valiosas.

Disfruten del blog, o vomiten al leerlo.

En otras noticias informamos a nuestra amable audiencia que este chuzo ya tiene página en facebook, por si le quieren echar un ojito: https://www.facebook.com/RadioMiseria

lunes, 9 de diciembre de 2013

¿Y si fuera Julio...?

Hace unos días hice un experimento con un amigo, le pedí que describiera cómo sería yo si fuese un hombre. Podríamos estar de acuerdo o no con sus planteamientos, pero aquí las opiniones cuentan. He aquí lo que escribió. 

Cada día se marchita antes de que observe el sol, entre los muros de infinitos mundos. Estás sola, perdida entre la nada, mientras observo como se derriten las montañas. De uno en uno los años se acaban y aun no veo un rostro entre las ramas. De algo se debe morir, tal vez sea hoy, tal vez sea mañana, o entre botellas y piernas la próxima semana. La decisión es vana, reside entre los huesos de las que morirán buscando agradar a mi causa. Nadie es digno, ninguna vale una palabra, así pasen todas por mi cama; mañana en la mañana recogerán sus cosas y se marcharán.

He visto cómo se desmoronan castillos de la Alemania romano-germánica frente a mis pies y solo les he dado un par de patadas para dispersar los escombros por los roñosos basureros de sus almas. Ahora estoy solo, enfrentando la impunidad ante una flor más que se marchita entre mis garras, inmolada a la todopoderosa deidad que llevo entre el pecho y la espalda. Es un bocado que obsequia lágrimas entre el compulsivo dolor que nace en sus entrañas, se retuerce entre su sangre y no me durará hasta la cena sin desgarrar las sábanas. Cuando sea otro rostro gris que dice sentir amar, pero no tiene idea de lo que eso podrá significar, perderá el mérito y será igual a las demás, sin llenar el vacío que han creado los años y la infamia

Tengo la soledad mezclada a partes iguales con el tedio, quiero querer y no puedo. No existe nadie, en ningún lugar, en ningún momento. Estoy en la puta punta de la montaña, solo, olvidado de la mano de Dios, perdido en el tiempo, pescando recuerdos en una laguna que se ha secado antes de la creación del mundo. Y no tengo de otra que esperar a que alguien suba hasta allí, alguien que tenga el coraje y la capacidad, que no sea la escoria de todos los días que no ve más allá de su miseria mental. Tengo la vana esperanza de que mientras más me hunda, más petróleo encontraré.

Siendo tan machista como feminista soy, tan cruel con las mujeres como lo soy con los hombres, observo al espejo y me doy cuenta de que no somos tan diferentes. Solo cambia un cromosoma, se sigue haciendo lo mismo y la historia sigue igual.

domingo, 13 de octubre de 2013

10 canciones que marcaron mi adolescencia.

Nada mejor que trabajar en las entregas del corte con algo de música. Y si, Grooveshark me hizo poner sentimental, entonces hoy les entrego muy especialmente una breve lista con diez canciones que marcaron mi adolescencia y parte de mi infancia de alguna u otra forma. Ojo, que como siempre el orden de los factores no altera el resultado. 

Aquí les va.

10. Maligno - Aterciopelados.



Amé, amo y amaré a esta mujer toda mi vida. Cuando era chiquita quería ser como ella, y no era la única. Esta canción era la que cantábamos mucho con Juliana en las tardes cuando ella se quedaba en mi apartamento de Bogotá. Años después la cantaríamos con cerveza en mano y con suficientes motivos (mejor conocidos como nuestros respectivos "peor es nada").

9. Crawling - Linkin Park.



Es chistoso porque conocí a esta banda por la revista Shock (cuando era buena) y no le puse demasiada atención; luego el hermano de una amiga mía, que estaba buenísimo por cierto, me presto el Hybrid Theory (el álbum en el que viene esta canción) y desde ese momento me encantó Linkin Park. Me sigue gustando, y me importa cinco que a casi nadie le guste. Rescato que de esa época fue de las pocas bandas que transformó su sonido y sobrevivió.

8. Bullet with Butterfly Wings – Smashing Pumpkins.



Cuando mi hermano quería "estar a solas" con su novia de turno, me deslizaba un billete debajo de la puerta de mi cuarto con una nota que decía algo como "¡váyase ya!". Yo muy diligente me iba para la casa de César, y no, no hacíamos el amort, escuchábamos Smashing Pumpkins toda la tarde con vino y cigarrillos, que era más interesante.

7. I Think I’m Paranoid – Garbage.



Por esta canción César y yo nos volvimos amigos. Íbamos subiendo para mi casa y tocamos el tema de la música, y resultó que a los dos nos gustaba Garbage. Estuvimos todo el camino hablando de esta canción y desde entonces nos volvimos inseparables.

6. The Memory Remains - Metallica.



Esta viene con anécdota bizarra. Mi abuela se había muerto hace poco, y la primera vez que vi este video Marianne Faithfull se me hizo muy parecida a ella, me daba miedo pero no dejaba de verlo. Es más, por bandas como Metallica soy adicta al rock, y no pienso rehabilitarme.

5. Al Lado del Camino – Fito Páez.



Había una chica en el conjunto con la que había peleado, y siempre le cantaba "no es bueno nunca hacerse de enemigos que no estén a la altura del conflicto, que piensan que hacen una guerra y se hacen pis encima como chicos, que rondan por siniestros ministerios haciendo la parodia del artista, que todo lo que brilla en este mundo tan solo les da caspa y les da envidia". Años después re descubrí esta canción gracias a Carlitos y nuestras noches en Chapinero.

4. Muevan Las Industrias – Los Prisioneros.


Cuando era chiquita me gustaba mucho el rock en español. Era fan número 1 de bandas como Soda Stereo, Héroes del Silencio, Los Prisioneros, etc. Siempre que mi hermano iba a mi casa sonaba esta música, pero por alguna extraña razón siempre que él ponía esta canción yo bailaba y brincaba como loca. Todavía lo hago.

3. Left Behind - Slipknot.



Los conocí cuando apenas tenía 11 años, y junto con Misfits, System of a Down y Pennywise me rayaron el coco... de una buena manera. Esta canción era la que siempre escuchaba cuando peleaba con mi papá, y era lo único que me calmaba.

2. Gimme tha Power - Molotov.



Hay dos personas que jamás me perdonarían no incluir en este playlist a Molotov, Jimena y Ángela. Joder, que esta banda influenció mucho aquella época de nuestras vidas. Y nos sirvió de inspiración para "hermosas" canciones dedicadas a nuestros profesores. Además, a pesar de que esta canción ya tiene sus años, su mensaje todavía es vigente en la actualidad, ¿o no?

1. R.U.M.B.A. - Odio a Botero.



Esta banda es muy mala, pero por lo mismo es muy buena. Esta canción data de las épocas en las que Norma, César y yo hacíamos muchas estupideces juntos y nos creíamos "malos". Risas editoriales.

Notas finales.

Sé que se me quedan muchas bandas y canciones afuera, pero frescos que este post da para segunda parte. Con sus aportes, claro está.

Ahora, ya que se divirtió con mi post, sírvase dejar a continuación sus comentarios y en ellos contarnos qué canciones influenciaron su adolescencia y por qué.

jueves, 26 de septiembre de 2013

No somos forever alone.

Este post puede quizá tomarse como la continuación del anterior, en el caso específico de las relaciones amorosas. Escribiré esto desde la perspectiva de una mujer que está soltera desde hace tiempo y que, créanme, no está desesperadamente buscando novio. Si usted está en las mismas que yo, esto es para usted; pero si usted está cuadrada con alguien, esto también le ayudará mucho.

Dejémonos de pendejadas. Hay muchas mujeres que a pesar de estar totalmente conscientes de que no somos las más feas o las más de malas, en algún momento nos sentimos así. Vemos que nuestras amigas (y amigos) están cuadradas, comprometidas, a punto de tener descendencia y mientras tanto nosotras andamos solas como champiñones. Las razones son muy diversas, desde que nuestro último "peor es nada" nos dejó de psiquiatra hasta que no pescamos ni un resfriado. Pero no se confundan, queridas lectoras, que no pretendo arreglarles la vida amorosa ni aconsejarles cómo salir de la soltería, sino desmitificarla un poco y ayudarles a que se relajen.

Primero, ¿tenemos que sentirnos mal por estar solteras? NO. La soltería en vez de ser ese momento en el que usted envidia a sus amigas y lamenta su mala suerte debería ser el momento en el que usted se goza más su vida. Permítame explicarlo más a fondo. Cuando usted no anda con nadie su tiempo, sus energías, su dinero son suyos, completamente suyos, y usted verá como los administra. Si se quiere pasar todo el día viendo películas sin bañarse junto a dos litros de gaseosa y muchos snacks, es su problema. Además, mientras otras están englobadas pensando en las de... su novio, usted puede concentrarse en su carrera/trabajo y en las cosas que realmente le interesan. Así que aproveche para anotarse en ese curso que le llamó la atención, vaya a comer a su restaurante favorito sola, organice reuniones con sus amigas (de preferencia solteras) y cómprese ese bolso con ese vestido que tanto le gustó.

Segundo mito: ¿se acabaron los hombres? TAMPOCO. No se desespere. No se pegue del primer estúpido que le dice "hola, qué bonita estás" solo por no sentirse sola. Mejor dicho, no se conforme con un tibio como Mr. Collins cuando Mr. Darcy puede estar esperando por usted en medio de la lluvia (se me salió mi lado romanticón, disculpen). Estando soltera, tómese su tiempo para determinar sus estándares de calidad en cuanto a hombres y nunca los baje, por el amor de Dios. Y por favor, no sienta que por llegar a determinada edad sola se le pasó el tren del amor y se tiene que quedar junto a su mamá tejiendo edredones, joder, que no estamos en el siglo XIX. Cuando uno toma la decisión de estar con alguien solo por no estar sola, casi siempre se terminan mal las cosas y uno acaba con una tusa estratosférica por no saber escoger. Fresca, uno casi siempre está en la posición de escoger.

Ahora, ya que usted escogió a su próxima víctima se preguntará: ¿tengo que cambiar mi manera de ser para que se fije en mí? DE NINGUNA MANERA. No faltará el hombre de cromañón que nada más al verla la sitúe en una categoría: la zorra, la machorra o la "que vale la pena". Permítame ahondar un poco en esta categorización. La zorra, según ellos, es la chica de escotes y minifalda, la de brillos, maquillajes y lentejuelas, la coqueta, la que les cae sin agüero, la de solo una noche. La machorra, para ellos, es la que solo tiene amigos hombres, la que viste con prendas masculinas, la que se comporta “igual” a ellos, a la que tratan como “uno de los chicos”. Sobra decir que nunca a estas dos las tomarán en cuenta para una relación, o al menos no una seria. Hay otras dos categorías que no mencioné anteriormente, la intelectual y la alternativa o chocoloca. A estas dos tampoco las tendrán en cuenta, a la primera por ser para ellos “demasiado intimidante” y a la segunda por ser “demasiado imprudente y loca para su gusto”.  Y bien, ¿cuál es la que si vale la pena según estos neandertales? Si usted le pregunta a cada uno de ellos, cada quien le dará una opinión diferente, y lo que reflejan con sus deducciones es que no tienen la menor idea de qué carajos quieren en una mujer, entonces no deberíamos tenerlos en cuenta. Para esta servidora todas las mujeres en nuestras diferentes maneras de ser valemos la pena, no solo por ser mujeres sino por el simple hecho de ser seres humanos. Y para mí, un hombre que me juzga o me pone en cierta categoría solo por el hecho de vestirme o actuar de alguna manera, es un hombre que no vale la pena y es un hombre que descarto desde el vamos. No me interesa un hombre por el cual yo tenga que modificar mis vestuarios, mis gustos, mis pensamientos, etc, porque el día de mañana ese mismo hombre pretenderá que cambie también mis valores y mis principios. De mejores fiestas me han echado.

Por último, ¿es cierto que para sentirme bien tengo que tener a alguien a mi lado? NO, Y MIL VECES NO. Me enerva que revistas, programas de televisión, películas y personas a mi alrededor perpetúen el mito de que cuando encuentre a mi hombre ideal y me case con él seré por fin completamente feliz por siempre jamás. Olvídese, si usted no se siente bien consigo misma y no disfruta de su soledad, nunca va a sentirse bien con otra persona, no será feliz ni mucho menos lo hará feliz a él. Entonces relájese, conozca mucha gente, bese sapos, y si es muy atrevida tenga aventuras de una noche, haga todo lo que puede hacer mientras está soltera, que no le va a durar toda la vida, se lo aseguro. Por otro lado, aumente su autoestima, tenga muy bien abiertos sus ojos, no se regale y si en algún momento llega el que para usted es el indicado, go for it! Sin mente.

jueves, 5 de septiembre de 2013

¡Me importa un carajo!

Después del boom mediático de mi anterior entrada, si es que a más de 200 visitas (¡gracias totales!) se le puede llamar así, no he estado muy segura sobre qué escribir. Había querido seguir por la línea de la crónica capitalina, quizá contarles sobre mis experiencias en "Transmi", pero después de contar mucho sobre busetas pensé que eso sería la repetición de la repetidera, si la sola idea me produce pereza no me imagino qué produciría en ustedes leerlo. En fin, eso me lleva al punto de este post: creo que en algún punto del camino se me perdió la idea original de este blog, contar cosas de mi vida y opinar estupideces, independiente de si alguien las leía o no. Así que me he propuesto volver a la carga con mi actitud belicosa inicial y por ello les digo lo siguiente: seguiré escribiendo lo que me dé la gana, si gustan leerlo es problema de ustedes, y si no están de acuerdo con lo que escribo me lo pueden decir de una manera respetuosa y así mismo responderé (a lo O-Ren Ishii), pero eso no significa que cambiaré de parecer.

Claro, a menos que eso sea solo un pajazo mental de mi parte para tranquilizarme. Uno muchas veces se dice "me importa cinco lo que los demás piensen", pero la mayoría de esas veces uno está tiempo después chequeando comentarios, mirando la cantidad de gente que ve las entradas, rumiando por una nota en la universidad, esperando que el tipo en cuestión por fin se decida a invitarlo a uno a salir y lamentando que no lo haga... ¿necesidad de aprobación a la vista? nooo, ¿pero por qué?

Por supuesto, no soy a la única a la que le pasa. Muchos estamos deambulando por la ciudad preguntándonos por qué si nos matamos las neuronas tratando de encontrar la inspiración suficiente para escribir algo medianamente decente nadie se toma la molestia de leerlo, o por qué si nos quemamos las pestañas haciendo un muy buen trabajo para la universidad nuestra nota no pasa del 3,5 (mientras otros que se dedicaron a lo que yo llamo "repito y repita lo que dice el texto" sacan hasta 5), o por qué si somos atractivos físicamente, sexys, inteligentes, divertidos, simpáticos y demás (tal vez no todo lo anterior se aplique a mí pero hagamos de cuenta que sí) no logramos tener una relación estable como muchas personas las tienen. Más bien deberíamos preguntarnos por qué ese tipo de cuestiones llegan a atormentarnos. Y he aquí la respuesta: porque lo estamos haciendo por las razones equivocadas.

Con esto me refiero a que todos los esfuerzos sobrehumanos que hacemos los estamos haciendo en función de los demás, no de nosotros mismos. Y les tengo malas noticias, mis queridos compañeros de batalla. Si estamos escribiendo en nuestros blogs para que la gente los lea, entonces estamos entrando en el mercantilismo absurdo de pensar en qué le gustaría leer a la gente y no en plasmar nuestros pensamientos, que es la función primaria de tener un espacio como este. Y muchas veces por estar pensando así estamos publicando estupideces y estamos creando entretenimiento banal en vez de crear escritos a base de nuestros argumentos que al menos dejen la semilla de la duda en los otros y los pongan a pensar, que sería el ideal, al menos de este blog.

Y cada vez que hacemos un trabajo en la universidad pensando en la nota (y no estoy diciendo que no sea importante sacar buenas notas, no es que nos volvamos mediocres, lo que digo es que ese no debería ser el propósito ulterior de los trabajos), nos estamos olvidando de lo verdaderamente importante, de la razón principal por la que estudiamos en una universidad y por la que (quien sea) nos está pagando una carrera, aprender. Créanme, si nos las supiéramos todas no “perderíamos” cinco años de nuestra vida estudiando, estaríamos ejerciendo la profesión de una vez, pero como no es así… además, cada vez que estamos pensando simplemente en los requerimientos de un profesor (y de nuevo, no estoy diciendo que no sea importante su opinión), estamos labrando nuestro camino a ser prostitutas del sistema. A trabajar en oficios que detestamos porque nos están pagando un sueldo (que muchas veces no nos pasa de los cinco primeros días del mes, pero esa es otra historia), a hacer diseños que no nos agradan por vendérselos al cliente, a hacer cierto tipo de obras de arte solo porque eso es lo que está de moda, etc. ¿Y nosotros qué, dónde quedamos? Nuestra autonomía como profesionales, como seres humanos, se habrá ido al traste.
    
Y lo más triste, si nos desgañitamos por conseguir que una persona nos quiera, después haremos un doble esfuerzo por mantener esa persona a nuestro lado, aún a costa de nuestros principios, aún a costa de lo que la universidad de la vida nos ha enseñado. Claro, usted sale con el personaje y se empeña en mostrarse cual pavo real, en enseñarle como usted es lo mejor que a este pobre ser humano le ha pasado en la vida. Se pone su mejor pinta, saca sus mejores modales, aprende a comer con la boca cerrada, trata de no poner los codos en la mesa, y trata también de mantenerse interesado en la conversación pueril del personaje, en sus gustos y opiniones; luce despreocupado/a, divertido/a, casual, hace todo lo que sus revistas tontas (o las de su mamá) le han dicho que haga. Y cuando ya usted lo atrapa, el individuo en cuestión hace lo que le da la reverenda gana con usted. Llega tarde (o no llega), le ignora deliberadamente, no le dedica tiempo, no le habla por ninguna red social, coquetea en forma descarada con otros/as, le pone los cachos, le golpea (o le insulta, es lo mismo aunque usted no lo crea)… y usted, muy sumiso/a, muy pendejo/a, se le aguanta todo porque muy para sus adentros piensa que si tan difícil fue atraparle, así de tenaz será que otro/a se deje echar la soga al cuello. Eso es un problema enorme de autoestima y autoconmiseración. Así que de manera atenta le aconsejo que la próxima vez que salga con alguien se relaje y no piense en si usted es adecuado/a para el otro sino en si el otro es indicado para usted. Tenga los ojos muy abiertos y dese cuenta que detrás de alguien no se debe correr, porque siempre vendrá alguien detrás, y no sienta jamás que se está quedando del tren.

Ejemplos en los que uno deja de actuar por su propia cuenta y se vuelve una marioneta circunstancial de los demás hay muchos más. Ahora, usted se preguntará: “¿y cómo hago para que lo que los demás piensen de mí no me afecte, para que de verdad me importe un carajo?” Sencillo. Según mis experiencias, esta fórmula me ha servido (a veces) para que no me afecte demasiado la opinión de otros sobre mí.

Tenga en cuenta que, y a riesgo de que suene clichudo, usted no es un billete de 50.000 pesos para que le guste a todo el mundo. Es más, ni siquiera Dios le gusta a todo el mundo, con eso le digo todo. Entonces, haga un recuento mental de sus valores, sus creencias, sus principios, su modo de ver la vida, sus pensamientos, sus opiniones; pégueselos al disco duro con Bóxer si es necesario y ¡ACTÚE DE ACUERDO A ELLOS, POR EL AMOR DE JESUCRISTO! Reitero, esto no le va a gustar a todos, y habrá gente a la que usted probablemente le caiga bien que alguna cosa que usted haga no le va a caer en gracia, pero no lo tome personal. En el momento que usted hace uso de su autonomía, se dará cuenta que todos tenemos derecho de usar la nuestra, y en ese orden de ideas podremos estar de acuerdo con usted o no, pero eso no es problema suyo. A la larga, la única persona con la que usted debe ser claro y coherente, es usted mismo. Eso es lo único que importa, nada más. 

Y por último, no espere nada de nadie, déjese sorprender, eso es más bonito.  

Ahí les dejo lo que Andrea Echeverri y Joan Jett tienen que decir al respecto:

miércoles, 26 de junio de 2013

Las desventajas de viajar en buseta. Ahora con más flow.

Transporte de servicio público. Bus, buseta, colectivo, artefacto que gracias a la Ley de Murphy pasa por donde necesita usted que pase y vacío cuando apenas está encendiendo su cigarrillo, y gracias a la misma ley NO pasa por donde necesita usted que pase pero si pasan muchos que le pueden llevar a lugares donde en ese preciso momento NO necesita ir. Llámelo como guste pero lo quiera o no, hace parte de su vida cotidiana, y desafortunadamente no todo es miel sobre hojuelas en esta relación.


¡Esto es idiosincracia!

Lo que me lleva a escribir sobre esto es una anécdota que me ocurrió hoy. Salía de trabajar a las 8 p.m. y esperé durante largo rato una buseta que me trajera a casa. Pensé en aplicar el primer punto de la Ley de Murphy que mencioné anteriormente pero no lo hice. Llegó un colectivo negro, hasta las narices, preferí esperar al siguiente a ver si al menos podía subirme en él. Llegó, y me trepé como pude por la puerta de adelante. Craso error. Ni siquiera pasé de la registradora, la puerta estaba abierta y como pude tuve que agarrarme de la baranda. Casi me muero del susto. 

Ahora, no piense que soy estrato 20 y montar en bus es un hecho aislado para mí, au contraire, cosas como esta me pasan todos los días. Por eso, y a manera de desahogo, he decidido regalarle mi top 6 de desventajas de viajar en buseta. Claro, con sus respectivas soluciones, para que después no diga que uno solo critica pero no aporta nada.

6. Las ventas de buseta.

Se sube uno al bus, y si hay suficiente suerte se sienta cómodamente. Entonces, este escenario tiene lugar: se sube un personaje peculiar al carro, bastante entrador, sabe que para hacer lo que viene a hacer se necesita tener las pelotas/los ovarios bien puestas/os en su lugar. Empieza su discurso de la siguiente manera: "buenas tardes, queridos pasajeros, en esta oportunidad les vengo ofreciendo este rico y delicioso cianuro por el costo y valor de tan sólo 200 pesos; para su mayor economía, puede llevar dos por 400 o los tres por solo 600; agradezco a la persona de buen corazón que desee colaborarme con mi forma de trabajo, les recuerdo no arrojar la envoltura dentro del vehículo y que Dios los bendiga". Este discurso en medio de todas sus variantes es más o menos lo mismo, y en todas las ocasiones el vendedor de buseta se valdrá de recursos cutres como apelar a su buena voluntad con cara de ternero a medio morir y nombrando a Dios en cuatro de cinco palabras. Ahora, eso no es una desventaja per se, uno se encuentra cosas interesantes en el trayecto. Esto se convierte en desventaja cuando se suben tres, cuatro, cinco, seis vendedores en el mismo recorrido, y usted por respeto se quita los audífonos, recibe el producto y a regañadientes escucha la perorata que ya se sabe de memoria.

Debo decir que esto es tanto culpa del conductor de la buseta (que deja subir a todo el que le de la gana como si fuese fiesta patronal) como de la economía capitalina. A ver, si usted sabe que vendiendo (cantando o peor aun, mendigando) en los buses va a ganar más del salario mínimo, ¿va a preferir matarse ocho horas diarias por un sueldo mediocre o va a rebuscársela como sea? No seamos tan pendejos.

La solución: Tomarlo con calma. Si no le llaman la atención el chiclecito o la gomita, hágase el pendejo; escuche el discurso, reciba la mercancía pero devuélvala sin decir más. Y si le parece interesante lo que ofrece el vendedor y sus gastos semanales le permiten darse el "gustico", hágale, cómprele algo. Eso si, detalle muy bien la calidad del producto, no vaya a ser que compre una chocolatina vencida que lo ponga a trinar parejo en el baño o un esfero chimbo que lo ponga a madrear parejo. Y por favor, como dicen ellos, no bote el papel dentro del bus, así ya sea una porquería, no sea cerdo. 

5. La música.

Para nadie es un secreto que los conductores de buseta (a los que a partir de ahora y porque me da la gana llamaremos buseteros) no se caracterizan precisamente por su buen gusto a la hora de elegir la música que plácidamente nos acompañará en nuestro trayecto. Salvo casos muy escasos, el busetero elegirá las piezas más selectas de la colección de Candela Stereo, Tropicana, Radio Uno (¡pitico de porquería!), Oxígeno y otras emisoras basura. No se sorprenda al subirse al colectivo cuando escuche una disonancia a todo taco que incluye finísimos géneros musicales como el reggaetón, las rancheras, los corridos prohibidos, el vallenato, entre otros. Y en las ocasiones en las que el busetero sea rockero o le guste otro tipo de música, la escuchará en un volumen tan bajo que se confundirá con el ruido del motor, así que no servirá de mucho. Hay ocasiones en las que el viaje incluye música en vivo, proporcionada por diversos artistas urbanos... no, no estoy hablando de J Balvin (¡Dios nos ampare y nos favorezca!), sino de quienes se ganan la vida cantando (o intentando hacerlo) en el transporte público. Cuando son muy buenos no hay ningún problema, pero cuando canta más Juana en la ducha que ellos sería preferible que se le reventaran los tímpanos a uno.

La solución: Sencilla. Si le gusta la música de la buseta gócesela, está en su salsa, pero si no lleve siempre con usted un aparato que reproduzca música, desde un walkman hasta un Ipod son válidos. Solo le ruego, le imploro que use audífonos.

4. Los trancones.

No hay nada que le quite a uno más la media sonrisa en la mañana después de medio dormir que un trancón el verraco cuando usted tiene afán de llegar. No se confíe, también sucede en la noche cuando usted lo único que desea es llegar a su casa a dormir. A uno le dan ganas de volverse Bruce Almighty y abrirse paso en la avenida, y que el busetero en cuestión coopere y no vaya a dos por hora, ¡dígame si no! Pero en este caso hay que darle crédito al humilde busetero, no es su culpa, Bogotá es así.


La solución: Previsión. Si usted sabe que debe llegar a cierta hora a su destino salga con suficiente tiempo de su casa o váyase en Transmilenio, así se evita el trancón y el busetero se evita la tracamandada de madrazos mentales que seguramente usted profiere en esas interminables dos horas. Y bien, en la noche si tiene mucho afán váyase en Transmilenio (de pie, por supuesto) o si no lo tiene trate de agarrar silla en la buseta y duerma dos horitas, eso sí, pilas con sus cosas y con usted mismo. 

3. La sensación de estar viajando en una lata de sardinas.

Me atrevo a asegurar que es usted de los que viaja en hora pico en el bus, y por supuesto este siempre va hasta las orejas. Es común que en Transmilenio se forme la de Troya por agarrar un puesto o al menos por poder subir al articulado, pero esto es algo que el conductor no controla, cosa que si puede hacer el busetero. Un busetero que por su estúpida guerra del centavo deja que su vehículo se llene hasta el techo y por eso ponga en riesgo la vida de los pasajeros merece la horca. He visto infinidad de accidentes que ocurren por su imprudencia al no vigilar que el cupo de viajeros (si, transitar Bogotá es todo un viaje) no se extralimite a la capacidad del bus.

La solución: Paciencia. También por esto es importante que usted cuente con suficiente tiempo al desplazarse de un lugar a otro, para que pueda darse el lujo de esperar a que el siguiente bus esté lo suficientemente vacío como para que se pueda subir y contar con el mínimo espacio vital. Si ya está metido en la pelotera le reitero la importancia de cuidar sus cosas y si es claustrofóbico (como una amiga mía) respire profundo y cuente hasta 1000. Ah, y otra cosa, trate de subirse por la puerta de atrás y si es muy rabón no pague el pasaje, uno cancela con gusto un servicio prestado con dignidad (no es cierto, pague, al menos lo están llevando a su destino, no sea ladrón).

2. La inseguridad.

Aquí me permito citar lo que le pasó a un amigo mío cuando salía de la universidad para su casa. Resulta que un personaje iba muy contento chateando con su BlackBerry en el bus, cuando una mujer trancó la puerta de atrás y se subió un tipo con cara de pocos amigos y le quitó el celular a nuestro personaje amenazándolo con un cuchillo curvo. Mi amigo inmediatamente se quitó inmediatamente sus audífonos y los guardó disimuladamente en su chaqueta, pensando que el ladrón intentaría robarlo también. No pasó, la rata iba a lo que iba, por el celular del pelotudo aquel. Lo más terrible del asunto es que esa misma rata trató de atracarme dos horas antes del incidente con mi amigo, pero por cosas del destino (o porque me le paré bien firme) ni siquiera se me acercó. ¿Cómo la ve?

La zozobra en la que puede convertirse un viaje en bus no solo se remonta a la posibilidad de que se suban un par de ratas armadas a atracar a los pasajeros, sino a la impotencia que causa una modalidad conocida como el cosquilleo, cosa que sucede muy fácil gracias al punto 3 de esta discusión. Le sacaron sus cosas y usted ni cuenta se dio, y ni modo de hacer nada porque usted no supo quién carajos lo hizo. No crea que por viajar en Transmilenio usted se salva de esto, ni mucho menos de lo siguiente: se hace a su lado alguien, y empieza disimuladamente a manosearlo, nada lindo, nada aconsejable para la integridad física y mental.

La solución: Si se suben las ratas a robar, no les demuestre miedo, de eso se alimentan, hágase el pendejo así se esté orinando en los calzones del susto. Otra vez, no exhiba en el bus sus aparatos electrónicos como pan de 1000, muchas veces las ratas saben perfectamente a quien atacan y con quien ni se molestan. Tenga mucho cuidado con sus cosas, si sabe que el bus va a estar lleno guárdelas muy bien, si no le produce mucha molestia en su entrepierna (no, mentiras). Y si alguien osa tocar sus partes nobles con toda intención, dígale con serenidad que tenga más cuidado de no rozarlo, y si no entiende, dele una buena bofetada.

1. El busetero que no sabe manejar.

Que Dios nos agarre confesados al encontrarnos con un personaje así. En nuestra querida Bogotá es muy común toparse con buseteros que pareciera que hubiesen encontrado su licencia de conducción en una lechona, en un tamal, o en una piñata. El problema no es que adolezcan de la técnica para pilotear, sino que lo hacen mal porque carecen del mínimo civismo y respeto por el otro, mejor dicho, conocen las reglas como profesionales pero las rompen como artistas. ¿El motivo? asegurar su sueldo, ganar más dinero a costa de muchas veces la vida de los pasajeros. Adelantan carros como bestias, van a 100 por hora, frenan durísimo y así el pasajero se da en la jeta, se quedan detenidos en las avenidas esperando a quienes les informan las rutas generando trancones, paran en la mitad de la vía a dejar pasajeros, en fin... Ejemplo práctico: usted quiere bajarse del bus, pero se puede quedar 10 minutos tocando el timbre y como don busetero va a toda velocidad no para y cuando lo hace frena como animal, entonces usted se baja encolerizado no sin antes decirle la famosa frase: "¿me va a llevar hasta su casa?". 

De todas las conductas indebidas del busetero hay una que no puedo soportar, y ni siquiera la tolero en un taxista que conduce a las 3 a.m. y tiene la ciudad para él solo: que se pasen los semáforos en rojo. 

Por culpa de un maldito busetero imprudente que lo hizo mi hermano murió atropellado.

La solución: La doy a riesgo de que sea considerada un pajazo mental. Denuncie. En todos los vehículos de servicio público hay un número al que usted se puede comunicar si le parece que el comportamiento del conductor no es el adecuado para su seguridad, dé el número de placa y la hora en que abordó el carro. Hágalo, su vida puede correr riesgo.

Agradezco a quien se haya tomado el trabajo de leer semejante mamotreto, y agradezco también a quien quiera comentar sus experiencias en el transporte público. Si se me quedó algo en el tintero, hágamelo saber, por favor.   

sábado, 4 de mayo de 2013

Ven, ganza.

"Revenge is a dish best served cold". Kill Bill.

¿Quiere vengarse de alguien originalmente pero no tiene la menor idea de cómo hacerlo? Fresco/a, su blog favorito (ya quisiera yo...) le tiene la solución. 

Hagamos primero un ejercicio mental. Piense en una persona que le hizo algo horrible, algo que a usted le dolió en el alma, que casi acaba por aniquilarlo. Si pasó hace mucho tiempo o fue algo reciente es lo de menos, lo importante es que en usted esté el deseo de desquitarse, de hacerle pagar todo lo que le hizo, que sienta en carne propia todo lo que usted sintió (o siente). Si ese es su caso, este post es para usted.

Guía práctica para vengarse de alguien y no morir en el intento.

Sinceramente, consulté todas las fuentes habidas y por haber en busca de ideas prácticas para vengarse de alguien. Pero internet, Cosmopolitan, y revistas del estilo solo me mostraban clichés (y si algo odiamos en este blog son precisamente los clichés), así que por ahora y a falta de mayor inspiración le dejaré las siguientes consideraciones. Piénselo.

Quisiera decirle algo desde mi experiencia personal. La peor venganza contra alguien que le ha hecho mal es que esa persona se de cuenta que el daño que le provocó no lo/a mató, que lo que le hizo no fue suficiente para acabar con usted, porque usted seguirá viviendo su vida como si nada hubiese pasado.  Así que si se encuentra con ese personaje en cualquier esquina mal parqueado, ponga su mejor sonrisa y salúdelo como si nada, pregúntele por la mamá, por el papá, por los hermanos, por los abuelitos, hasta por el perro, verá como lo saca de sus casillas; acto seguido invéntese alguna excusa estúpida y huya en el acto, no vaya a ser que al personaje le de por invitarle a "tomarse un cafecito" y usted termine estrangulándolo y se tire toda la actuación anterior...

Ahora, recuerde al reconocido filósofo Don Ramón cuando decía que "la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena". Porque si, puede que eso le haga sentir muy bien, pero no pasará de ser un placebo, no va a cambiar ni una coma del pasado. Entonces lo más recomendable es que aprenda a perdonar (así sea imperdonable) y deje de perder su valioso tiempo en pendejadas vengativas y rencores que solo le hacen daño a usted. Primero, porque no lo vale, créame, y segundo, porque no hay nada más patético que rumiar la rabia solo como un hongo mientras el individuo en cuestión sigue con su vida toteado de la risa. De nada.

Aclaración: el error ortográfico en el título del post es totalmente intencional, ahora no es que me vapulee.

sábado, 2 de marzo de 2013

Mario Mendoza o La importancia de llegar a tiempo.

Ese día me había ido a la casa temprano porque supuestamente no tenía clase en la tarde. Me arreglé como si fuera a encontrarme con alguien muy importante, de hecho iba a hacerlo. Esa noche iba a conocer a uno de mis tres escritores colombianos favoritos, y eso era todo un acontecimiento teniendo en cuenta que jamás conoceré a Andrés Caicedo (porque "afortunadamente" se suicidó) y probablemente no conozca a Fernando Vallejo en mucho tiempo (porque odia este país tanto como yo y muy seguramente no vuelva en un buen rato), así que tener frente a frente a Mario Mendoza tenía bastante peso, y lo sigue teniendo.

Estúpidamente, me fui por la 30 pensando que tenía el suficiente tiempo para llegar al auditorio (había salido de mi casa a las 5:30), y por el estúpido miedo que me da caminar sola por el centro de noche decidí coger el alimentador que me dejaba al frente de la universidad. Craso error. Terminé llegando a las 7:00 cuando la cita era a las 6:30, por tanto casi no me dejan entrar a la conferencia y me perdí más de la mitad. Y el motivo de no dejarnos ingresar no era la hora propiamente, sino que el auditorio ya estaba a reventar (claro, a la voz de firma de libros gratis). Finalmente entré.

El tipo hizo un recorrido bastante extenso por todo su libro, cuya mitad me perdí por los motivos explicados anteriormente. No voy a hacer de "spoiler" y contarles de qué se trató la charla para que les de envidia y ganas de leerse el cuento, mejor dicho, los cuentos. De lo que si voy a hablar es de lo que sucedió después, de la firma de libros. 

Era una fila larguísima, pero carajo, tan merecida que la hice sin chistar como suelo. Y lo que me pareció curioso fue que cuando llegué el pisco miró mi copia de Satanás como con mucho cariño. Fue bonito, he estado obsesionada con esa obra desde hace ocho años, cuando una noche en casa de mi mejor amiga me prestó la copia de su hermano y la devoré enseguida, me absorbió como muy pocos libros lo han hecho y lo terminé en dos horas (aunque la película me pareció pésima y así se lo dije a Mendoza... nunca hay que juzgar un libro por su película). Ahora, mis copias de Scorpio City y La Importancia de Morir a Tiempo no fueron tan apreciadas, lo noté en la manera de verlas y firmarlas. Es que se nota la diferencia entre un libro que ha esperado durante ocho años ser firmado por su autor y un libro que huele a nuevo, recién comprado para la ocasión...

Pero ya no lo están. Leí Scorpio City mientras esperaba el avión a Cúcuta, mientras esperaba que me recogieran allá y en las primeras noches acá. Lo disfruté mucho. Así es que me gustan las novelas policiacas, crudas, con altas dosis de realismo... Y mucho después de esa conferencia leí el mentado libro que se estaba promocionando, La Importancia de Morir a Tiempo. Me pareció muy interesante la manera en la que fue concebido, como una colcha de retazos. Fue un goce leerlo, lo terminé en tres noches de a raticos. Eso es lo bueno de estar en un cuarto donde no hay televisión ni internet, que la soledad te hace desear leer y escribir. Y mientras lo estuve leyendo, se me vino una idea loca a la cabeza: hacer mi propia versión del libro, reescribir los relatos, meterle una parte de mi a esas historias, responder algunos interrogantes planteados ahí, incluso dibujar si el caso lo requiere (si me inspiro lo suficiente). No es que vaya a plagiar el libro, claro que no, voy a referenciarme a partir de su libro y hacer mis propias averiguaciones. Claro, de muchas historias que se encuentran en el libro solo tengo la versión de Mendoza (y a pesar de admirar al hombre y estar de acuerdo con muchos de sus postulados eso no me es suficiente para emitir mis propios argumentos); me faltan datos, pero para eso está internet. No, la idea no es publicar nada (aunque si algún fragmento es digno de ser mostrado tal vez lo haga por acá como quien no quiere la cosa), sino registrar mis aportes a la causa en el mismo libro, pegándole hojitas. Seguramente al final quedará un desorden descomunal, y parecerá una colcha de retazos peor que al principio. Es la idea.