martes, 28 de julio de 2020

Las ventajas de vivir sola


No sé si alguna vez lo he contado por acá, pero desde hace casi seis años he vivido sola. En algunas ocasiones, he compartido mi casa con amigos, pero estará usted de acuerdo, querido lector, en que eso en nada se compara con vivir con los papás. 

La historia de cómo empecé a vivir sola fue más o menos así. Resulta que un día cualquiera llamaron a mi mamá unos primos de ella a decirle que su tía estaba muy enferma, y a pedirle que si por favor les podía ayudar a cuidarla (pagándole cierto monto mensual, claro está). Mi mamá, que es tan noble como una lechuga, aceptó casi en el acto, y se fue a Santa Marta. En ese momento, me dijo que se iba por un corto periodo, más o menos como un mes. Sin embargo, unos 15 días después, cuando fui a visitarla en la Samaria, me soltó de sopetón la noticia de que la cuestión sería permanente. Como quien dice, yo no me independicé de mi mamá, ella se independizó de mí. Y de un momento para otro.

Tiempo después, la tía Luca se murió, mi mamá se amañó en Santa Marta, consiguió trabajo como profesora y se quedó allá. Luego, por otras circunstancias que después le contaré, cambió de ciudad de residencia dos veces más. El caso es que, al día de hoy, mi mamá no vive conmigo, y ni siquiera vivimos en la misma ciudad.

Esta situación, lejos de causarme algún tipo de resquemor, me hace sentir conforme. Después de todo, siempre me han gustado la independencia y, sobre todo, la soledad. Por otra parte, esto permite que tenga una relación cordial con doña Esperanza, aunque distante. La verdad, cuando vivíamos juntas, nos la pasábamos peleando un día sí y el otro también. Algo nada bueno para ninguna de las dos.

Después de contarle cómo fue el grito de independencia de mi señora madre, paso a abordar ahora sí al objetivo de este post, que es narrarle, desde mi perspectiva, por qué vivir solo tiene un jurgo de ventajas, que usted podrá experimentar bajo su propia cuenta y riesgo el día que decida salir de la casa de sus papás, si así lo desea. Si no, por lo menos podrá entretenerse con esta historia, porque no hay que negar que vivir con los papás también tiene sus particulares encantos.

Cuando usted vive solo, nadie le jode la vida

Pongamos una cosa en claro. Cuando se vive con los padres, hay que cumplir con ciertas reglas. Una de ellas es rendirles cuentas de casi cualquier decisión que se toma. Recuerdo que cuando mi mamá se fue, pretendía que le siguiera informando sobre cada uno de mis pasos incluso estando ella a aproximadamente 900 kilómetros de distancia. Con amabilidad, pero con firmeza, le tuve que parar el carro. Le dije algo así como “mami, tú ya estás viviendo allá, deja que yo haga mi vida y confía en que la crianza que me diste durante todos estos años me ha dado las herramientas para tomar el mejor rumbo”. Por fortuna, lo entendió.

Cuando usted vive solo, y suponiendo que no tenga por ahí su toxi-love, nadie está encima de usted preguntándole de dónde viene y para dónde va. Usted decide si sale, si no, a qué hora va a llegar a casa, si esa noche no va a llegar… y nadie se lo va a cuestionar. También hay autonomía para tomar otro tipo de decisiones, como la frecuencia con la que sumercé le va a pasar la escoba y el trapero a su casa, cómo va a gastar su dinero e incluso qué carajos va a comer. Cualquiera que sea su alternativa en estos y otros aspectos, usted verá, ya que es el único responsable y la única persona que tendrá que lidiar con las consecuencias de lo que haga o deje de hacer.

Las reglas las pone usted

Cuando sumercé vive solo, las reglas de cómo gestiona su casa y su vida las establece usted. 

Por ejemplo, si usted no es muy fan de las reuniones familiares (con el tiempo les empezará a coger el gusto, sé por qué se lo digo), nadie lo va a obligar a ir. Bastará con aducir que tiene mucho trabajo para que lo dejen en paz. Las personas, sobre todo si hacen parte de su familia, al ver que sumercé se mantiene solo le empiezan a tener más respeto, y comienzan a tratarle como un adulto.

Por otra parte, usted decidirá quién entra a su casa y quién no. Se librará de la odiosa vecina que tanto le cae bien a su mamá, o del amigo mamón de su papá. En mi casa, solo entran personas a quienes les tengo afecto, y entre ellas no se incluye V, la súper amiga de doña Esperanza que tantos malos ratos me hizo pasar. Por fortuna, ya no vive en esta ciudad, pero si viviera aquí, de igual manera la tendría a metros de mi humilde hogar, así quisiera visitar a mi mamá. 

Estas son solo algunas muestras de lo que sucede cuando uno vive y se mantiene solo. Pero podríamos incluir algunas más, como que si usted quiere dejar los platos en el lavadero para fregarlos después, fumar donde le dé la gana, poner la música que quiera al volumen que prefiera (por supuesto procurando no molestar a los vecinos) o pasear en bola por todo el lugar, lo puede hacer. Y nadie le va a joder la vida por eso.

Mayor libertad, sí, pero mayor responsabilidad

Usted pensará que, viviendo solo y sin tener hijos, todo es sexo, drogas y rock n’ roll. Y sí, a lo mejor en un principio pueda ser así, no voy a venir a dármelas de santa en este cochino blog. Sin embargo, llega un momento en que las situaciones en que la vida lo pone a uno lo llevan a poner los pies sobre la tierra y darse cuenta de que hay mucho, mucho más.

Ahora, aquí no se trata de tener la moralina subida y decirle qué es lo que debe hacer o no. Usted verá si hace de su casa un burdel cada noche, o si deja de hacer fiestas, como lo tuve que hacer yo en algún momento de la historia. A lo que voy es que llega un punto en que las cuentas se van acumulando, hay que comer, hay que subsistir y hay que aprender a establecer prioridades. 

Llega un punto en que es más importante hacer mercado que salir a comer a sitios fancy; o pagar el recibo de la luz que salir de farra con los amigos. Si su economía le permite hacer las dos cosas, fabuloso; pero si le pasa como a mí cuando empecé a vivir sola, si no aprende a gestionar sus finanzas se verá en lo que yo llamo “modo final de mes” durante todo el mes, es decir, sin cinco en el bolsillo. Y eso no es para nada chévere.

Antes de irse a vivir solo, por caridad, tenga un medio económico que le permita vivir de una manera digna, y haga un presupuesto de ingresos (la plata que entra a su bolsillo) y egresos (la plata que se gasta). Aprenda a ahorrar, trate de no endeudarse y por favor, ¡no se gaste la plata en maricadas!

Esto que a simple vista pudiera parecer una pesadilla, es en realidad una oportunidad de crecimiento personal la hijuemadre. Cuando usted aprende a responsabilizarse, no solo por su sustento económico, sino por el cuidado de su casa y de sí mismo, la libertad que llega después a su vida es inimaginable.

Eso sí, hay que aprender a gestionar la soledad

Sí, vivir solo es del carajo, aunque también tiene sus desafíos. 

Cuando sumercé no está acostumbrado a la soledad y se lanza a la aventura de vivir solo, es posible que, valga la redundancia, al sentirse solo tome pésimas decisiones. Por ejemplo, puede dejar entrar a su casa a gente que no le va a traer sino problemas (como me pasó con cierto personaje, del que le contaré en una próxima ocasión), caer en vicios que nada bueno traen, descuidarse o ponerse a hacer cosas que le aparten de lo que quiere en la vida. Así que ojo con eso.

En mi caso, el más difícil hasta ahora, y después de seis años, es que aún no me he convertido en la reina del hogar. En otras palabras, soy bastante desordenada. Pero estoy trabajando en eso. Algún día voy lograr que mi casa tenga un estado permanente de orden y aseo, se lo aseguro.

Le animo de todo corazón a que intente vivir solo/a, sin duda alguna es una experiencia enriquecedora que, si bien tiene sus retos, le va a enseñar mucho, sobre todo acerca de sí mismo/a. Y si tiene la oportunidad de hacerlo con roommies, mucho mejor, espero que tenga la suerte de encontrar unos tan maravillosos como los que yo he tenido en mi casa. Y sí, estoy hablando especialmente de mi mejor amigo, que se va hoy. ¡Lo voy a extrañar como un berraco!

Y reitero, si prefiere vivir con sus papás, ¡adelante! Vivir con los viejos también tiene cosas bien lindas, de las que si bien nos va, hablaremos en un próximo post.

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