domingo, 24 de febrero de 2013

Auto-exilio.

Hace dos semanas estoy cumpliendo con un exilio que yo misma me impuse. Me quedé sin trabajo,  sin hermanos, sin novio y sin universidad. Al ver que la mayoría de cosas que en algún momento significaron algo para mi ya no existían más en mi vida, me vi en la necesidad de irme muy lejos, de alejarme, a ver si haciéndolo dejaba de sentir dolor. No sé si fui cobarde, tal vez lo haya sido, pero seguramente estando allá se me irían los días durmiendo y viendo series por internet, y eso no podía permitírmelo más; allá solo se perpetuarían la tristeza y la impotencia para cambiar las cosas, allá me estaría pudriendo.

Entonces si, un día decidí empacar mis maletas y largarme. Me monté en un avión (no lo había hecho antes, bueno si, pero tenía tres años y no lo recuerdo así que no cuenta) y emprendí un viaje bastante largo que me condujo hasta aquí, a San Carlos, en la República Bolivariana de Venezuela. Si, señoras y señores, estoy en la tierra del "socialismo", de las arepas y de Chávez. Lo mejor del caso, es que apenas llegué fuimos a la costa y conocí el mar por fin después de 24 años, me sentí asquerosamente feliz. 

Después les cuento el resto.



"En el mar, la vida es más sabrosa"