Hace unos días hice un experimento con un amigo, le pedí que describiera cómo sería yo si fuese un hombre. Podríamos estar de acuerdo o no con sus planteamientos, pero aquí las opiniones cuentan. He aquí lo que escribió.
Cada día
se marchita antes de que observe el sol, entre los muros de infinitos mundos.
Estás sola, perdida entre la nada, mientras observo como se derriten las
montañas. De uno en uno los años se acaban y aun no veo un rostro entre las
ramas. De algo se debe morir, tal vez sea hoy, tal vez sea mañana, o entre
botellas y piernas la próxima semana. La decisión es vana, reside entre los
huesos de las que morirán buscando agradar a mi causa. Nadie es digno, ninguna
vale una palabra, así pasen todas por mi cama; mañana en la mañana recogerán
sus cosas y se marcharán.
He visto cómo
se desmoronan castillos de la Alemania romano-germánica frente a mis pies y
solo les he dado un par de patadas para dispersar los escombros por los roñosos
basureros de sus almas. Ahora
estoy solo, enfrentando la impunidad ante una flor más que se marchita entre
mis garras, inmolada a la todopoderosa deidad que llevo entre el pecho y la
espalda. Es un bocado que obsequia lágrimas entre el compulsivo dolor que nace
en sus entrañas, se retuerce entre su sangre y no me durará hasta la cena sin
desgarrar las sábanas. Cuando sea otro rostro gris que dice sentir amar, pero
no tiene idea de lo que eso podrá significar, perderá el mérito y será igual a
las demás, sin llenar el vacío que han creado los años y la infamia…
Tengo la
soledad mezclada a partes iguales con el tedio, quiero querer y no puedo. No existe
nadie, en ningún lugar, en ningún momento. Estoy en la puta punta de
la montaña, solo, olvidado de la mano de Dios, perdido en el tiempo, pescando
recuerdos en una laguna que se ha secado antes de la creación del mundo. Y no tengo
de otra que esperar a que alguien suba hasta allí, alguien que tenga el coraje
y la capacidad, que no sea la escoria de todos los días que no ve más allá de su
miseria mental. Tengo la vana esperanza de que mientras más me hunda, más
petróleo encontraré.
Siendo tan
machista como feminista soy, tan cruel con las mujeres como lo soy con los
hombres, observo al espejo y me doy cuenta de que no somos tan diferentes. Solo
cambia un cromosoma, se sigue haciendo lo mismo y la
historia sigue igual.
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