miércoles, 11 de noviembre de 2015

El caso de "o te pasas a la nocturna, o te vas".

Esta es una carta que mi mejor amigo me escribió un tiempo después de que en el colegio injustamente lo mandaron a la jornada nocturna como si fuese un paria, hecho que siempre lamenté. Me parece bonito compartirla con ustedes porque fue escrita desde su perspectiva, él mismo me autorizó a ponerla aquí. Luego les daré la mía, aunque tal vez no sea tan larga. Al ser un escrito realizado por otra persona, no me responsabilizo por lo que allí se expresa, pues yo solo me tomé la libertad de publicarlo.

Sí, obviamente me pusieron a tomar drásticas decisiones, ya no había nada qué hacer. Pava, Jeison y yo teníamos las patas por fuera del colegio, después de que Filiberto nos botó por la puerta grande esa tarde. Para remediar todas nuestras cagadas, por parte de la rectora además de estar expulsados por una semana entera, que parecía ser felicidad para nosotros, tuvimos que ir a prestar horas sociales, nosotros cagados de la risa lo tomamos como lo más casual, pero no todo fue color de rosa.

Todo comenzó el lunes 28 de julio de 2003, de 7:00 am a 3:00 pm con repetición continua hasta el 1 de agosto del mismo año en la emisora Santa Bárbara, bendita sea y bárbara por todo el hijueputa polvo que tragué limpiando ese maldito estudio, con todo y consolas. Lo mejor de todo fue que hice el show y dije que era alérgico al polvo, pero como ya sabrás el pedestal donde queda esa emisora, qué mejor que conocer esa puerca y vieja casa a punto de caerse. No me tomé sino una hora, después de haberme fumado unos cuantos cigarrillos por allá arriba donde cagaban las palomas, el resto del tiempo no sabía qué hacer. Me dieron ganas de hacer pipí, pregunté dónde quedaba el baño y el idiota al que le pregunté lo más prevenido saca un rollo de papel higiénico y me hace la pregunta más ceba y bizarra, “¿va a hacer del cuerpo?”, yo solo miraba al man con el que estaba como diciéndole “¡¿a ver?!”, me provocaba darle una patada en las güevas.  

El miércoles 30 en bomberitos me hallaba limpiando, barriendo, trapeando y recogiendo todas las hijueputas hojas secas de toda la estación, incluyendo la mierda de los seis patos que allí habitaban junto a la bombera machorra y cacorra y el otro bomberito chocho y gruñón, te doy cuanto quieras que ni un fósforo apagaban ese par.

El jueves 31 organicé folios de expedientes casi todo el hijueputa día en la comisaría. Lo mejor de todo fue que pude chismosear unos cuantos problemillas que azotan a los personajes de este pueblo de mierda, leí tantos que ni para qué te cuento, porque aunque parecía agradable nunca saqué las 15 cajonadas llenas de hojas, hojas, hojas y más hojas. La verdad no me explico cómo no se me ocurrió pasarme el borde filudo de una de ellas por mis venas ese día.

Hasta ahí, normal, porque cuando me tocó ir ese mismo jueves a educación especial no pude casi que ni tocar la puerta de esa institución, de todos los gritos y chillidos que allí se escuchaban desde la calle. La verdad me dio escalofrío, pero me armé de valor y toqué la puerta. No más de entradita la coordinadora me hizo vestir la camisa, diciéndome que me despojara de mis brazaletes punk porque supuestamente infundían violencia, y que no le parecía que los niños me vieran con eso puesto, ¡ay, no pues, qué trauma!, vaya a ver cómo lidia con ellos. Bueno, igual allá reí y me la gocé un poco, más bien muchísimo, ya sabrás por qué. La verdad quise tirármelas de cucho, pero fue imposible porque no cogen una mosca muerta. Después de una hora ya no sabía qué hacer con todos esos chicuelos, ¿a ver? El gesto más tierno fue el de uno que se sacó el liberal de su boca humedecido entre babas y leche para ofrecerme de comer, y yo “no, gracias, ya comí”.

Para terminar y completar, todo por una puta capada de izada de bandera que supuestamente fue anunciada con los nombres de Luis Enrique Pava y César López por todos los hijueputas parlantes del colegio y que nosotros nunca escuchamos. Me acuerdo de haber estado los tres al pie del laboratorio de física, segundo piso, en plena gaminería supuestamente estudiando para historia.

Rematamos la dura semana de “recapacitación” en el grupo de oración cristiano Damitas Corazón, ¡uy no, qué gay!, apuesto que Roscael saltaba en una pata. Por si te acuerdas, el grupo lo lideraba la mamá de Nina y el pastor de la iglesia Tabernáculo de la Fe, de donde es oriundo Cimientos, sí, la banda góspel de Pipo y Gabriel, sin ser precario. Bueno, ya sabrás que me dieron caldo de palabras alusivas a lo evangélico y a lo bien que me iría en la vida si seguía el camino de ellos, como dicen por ahí, nadie es profeta en su tierra y maldito el hombre que confía en el hombre. Obviamente querían lavarme el cerebro disimuladita e indirectamente, hasta que de grosería dije que solía andar por los caminos de la anarquía, y se miraron estos dos personajes a la cara como diciendo “nada qué hacer”. Igual, ni me valió, tenía afán de irme. Lo único rescatable es que la mamá de Nina cocina muy rico. Hasta que cogió las llaves del portón de la villa en la que viven y me dejó libre diciéndome “vuelve cuando quieras” y yo “sí, claro”.

Lo único que sé es que salí corriendo ese día con afán para nada, porque no podía perderme el cine taller de Lars von Trier sobre la película Dancer in the Dark. Como ya sabrás, de descarado llegué a la casa a cambiarme con rapidez para largarme a Bogotá y verme con Natalia en la Virgilio Barco a eso de las 3:00 pm. Se acercó mi cucho y me preguntó que para dónde iba, con las palabras entrecortadas le dije que a Bogotá a un cine taller. Un gritado ¡NO! fue más que suficiente para arruinarme todo, cosa que no le perdoné. Después Natalia me llamó para decirme que paila, que no pudo entrar porque la biblioteca estaba tetiada de gente, la berreadera y la alegadera fue en vano.

El lunes 4 de agosto nos citaron de nuevo en rectoría supuestamente para ver los resultados y poner las cartas sobre la mesa, mejor dicho, para por fin descabezarnos. Antes de esto Roscael nos citó en su oficina para entregarnos nuestras carpetas, de las cuales solo aparecieron la de Jeison y la mía, la de Pava no aparecía por ningún lado. La frase resumida para dar calma a la situación fue “ay, gordo, no encuentro tu carpeta”, olímpica, con cagada de risa y todo.

Esa fue una, porque la otra fue arriba en rectoría ya sentados con nuestras mamás ahí presentes, como cuando están juzgando a alguien por un delito que nunca cometió, en frente de Concha, Roscael, Filiberto, Jacqueline, Sandra la psicóloga y otro lagarto colado por ahí. Se me olvidaba su eminencia doña Margarita, god save the queen, quien utilizó con finas y delicadas palabras de su más precario repertorio la siguiente frase que en todo lo que me queda de vida nunca pero nunca se me olvidará:

- ¿Y ustedes qué quieren?

Obviamente la fijada de miradas entre Pava y yo fueron inmediatas, pero le dieron tiempo de continuar:

- ¡No me pidan un carro!

Mira, la cagada de risa en la cara de esa vieja dejó mucho qué desear, hasta ahí habíamos tocado fondo.

Las opciones a escoger eran las siguientes: clases a distancia en la jornada nocturna o que nos echaran del colegio. La verdad no había mucho para elegir, igual las clases a distancia no me sonaban de a mucho, me parecían un complique, una mamera. Que me echaran del colegio ni decir, estaba pendiente de un hilo con mi cucho. De hecho, ya sabrás que por obligación si quería seguir andando vivo en ese colegio tenía que aullar de noche, y me tocó. Nunca lo había hecho, pues bacano experimentar, y así fue, que quede en secreto.

Igual, aquí estoy vivito y coleando, triunfante, no me pasó nada, pero les demostré que conmigo paila porque no les di el gusto de que me vieran arruinado como un vil perdedor. La verdad son cosas que le pasan a uno por güevón, pero me deleito recordando estas experiencias irrepetibles que me dejó el colegio y que, cada vez que me acuerdo de todas, no hago más que chuparme los dedos del sabor de cada una de esas embarradas que uno cometía cuando estudiaba.

Bueno, esa fue mi recordada historia a lo neosawyer, la que más me marcó, no hay necesidad de preguntarte si me crees porque sabes que fue así.

Espero dentro de unos años más adelante escribir un libro, la verdad por si no sabías es una de las cosas que más me gusta hacer, y no me da mamera, antes me da gozo, escribir es relajante. Sé que no soy el mejor en este ámbito y que estoy muy crudo hasta ahora, pero por algo se empieza. Ahí verás si te quieres sumar a ese asunto, un buen libro de los dos no sería mala idea, sería como un rompecabezas uniendo todas las piezas vividas.


Azazel.

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