Esta es una carta que mi mejor
amigo me escribió un tiempo después de que en el colegio injustamente lo mandaron a la
jornada nocturna como si fuese un paria, hecho que siempre lamenté. Me parece
bonito compartirla con ustedes porque fue escrita desde su perspectiva, él
mismo me autorizó a ponerla aquí. Luego les daré la mía, aunque tal vez no sea
tan larga. Al ser un escrito realizado por otra persona, no me responsabilizo
por lo que allí se expresa, pues yo solo me tomé la libertad de publicarlo.
Sí, obviamente me pusieron a tomar drásticas decisiones, ya no había nada qué hacer. Pava, Jeison y yo teníamos las patas por fuera del colegio, después de que Filiberto nos botó por la puerta grande esa tarde. Para remediar todas nuestras cagadas, por parte de la rectora además de estar expulsados por una semana entera, que parecía ser felicidad para nosotros, tuvimos que ir a prestar horas sociales, nosotros cagados de la risa lo tomamos como lo más casual, pero no todo fue color de rosa.
Todo comenzó el lunes 28 de julio
de 2003, de 7:00 am a 3:00 pm con repetición continua hasta el 1 de agosto del
mismo año en la emisora Santa Bárbara, bendita sea y bárbara por todo el
hijueputa polvo que tragué limpiando ese maldito estudio, con todo y consolas. Lo
mejor de todo fue que hice el show y dije que era alérgico al polvo, pero como
ya sabrás el pedestal donde queda esa emisora, qué mejor que conocer esa puerca
y vieja casa a punto de caerse. No me tomé sino una hora, después de haberme
fumado unos cuantos cigarrillos por allá arriba donde cagaban las palomas, el resto
del tiempo no sabía qué hacer. Me dieron ganas de hacer pipí, pregunté dónde
quedaba el baño y el idiota al que le pregunté lo más prevenido saca un rollo
de papel higiénico y me hace la pregunta más ceba y bizarra, “¿va a hacer del
cuerpo?”, yo solo miraba al man con el que estaba como diciéndole “¡¿a ver?!”,
me provocaba darle una patada en las güevas.
El miércoles 30 en bomberitos me
hallaba limpiando, barriendo, trapeando y recogiendo todas las hijueputas hojas
secas de toda la estación, incluyendo la mierda de los seis patos que allí
habitaban junto a la bombera machorra y cacorra y el otro bomberito chocho y
gruñón, te doy cuanto quieras que ni un fósforo apagaban ese par.
El jueves 31 organicé folios de
expedientes casi todo el hijueputa día en la comisaría. Lo mejor de todo fue
que pude chismosear unos cuantos problemillas que azotan a los personajes de
este pueblo de mierda, leí tantos que ni para qué te cuento, porque aunque
parecía agradable nunca saqué las 15 cajonadas llenas de hojas, hojas, hojas y
más hojas. La verdad no me explico cómo no se me ocurrió pasarme el borde
filudo de una de ellas por mis venas ese día.
Hasta ahí, normal, porque cuando
me tocó ir ese mismo jueves a educación especial no pude casi que ni tocar la
puerta de esa institución, de todos los gritos y chillidos que allí se
escuchaban desde la calle. La verdad me dio escalofrío, pero me armé de valor y
toqué la puerta. No más de entradita la coordinadora me hizo vestir la camisa,
diciéndome que me despojara de mis brazaletes punk porque supuestamente
infundían violencia, y que no le parecía que los niños me vieran con eso puesto,
¡ay, no pues, qué trauma!, vaya a ver cómo lidia con ellos. Bueno, igual allá reí
y me la gocé un poco, más bien muchísimo, ya sabrás por qué. La verdad quise
tirármelas de cucho, pero fue imposible porque no cogen una mosca muerta. Después
de una hora ya no sabía qué hacer con todos esos chicuelos, ¿a ver? El gesto
más tierno fue el de uno que se sacó el liberal de su boca humedecido entre
babas y leche para ofrecerme de comer, y yo “no, gracias, ya comí”.
Para terminar y completar, todo
por una puta capada de izada de bandera que supuestamente fue anunciada con los
nombres de Luis Enrique Pava y César López por todos los hijueputas parlantes
del colegio y que nosotros nunca escuchamos. Me acuerdo de haber estado los
tres al pie del laboratorio de física, segundo piso, en plena gaminería supuestamente
estudiando para historia.
Rematamos la dura semana de “recapacitación”
en el grupo de oración cristiano Damitas Corazón, ¡uy no, qué gay!, apuesto que
Roscael saltaba en una pata. Por si te acuerdas, el grupo lo lideraba la mamá
de Nina y el pastor de la iglesia Tabernáculo de la Fe, de donde es oriundo
Cimientos, sí, la banda góspel de Pipo y Gabriel, sin ser precario. Bueno, ya
sabrás que me dieron caldo de palabras alusivas a lo evangélico y a lo bien que
me iría en la vida si seguía el camino de ellos, como dicen por ahí, nadie es
profeta en su tierra y maldito el hombre que confía en el hombre. Obviamente querían
lavarme el cerebro disimuladita e indirectamente, hasta que de grosería dije que
solía andar por los caminos de la anarquía, y se miraron estos dos personajes a
la cara como diciendo “nada qué hacer”. Igual, ni me valió, tenía afán de irme.
Lo único rescatable es que la mamá de Nina cocina muy rico. Hasta que cogió las
llaves del portón de la villa en la que viven y me dejó libre diciéndome “vuelve
cuando quieras” y yo “sí, claro”.
Lo único que sé es que salí
corriendo ese día con afán para nada, porque no podía perderme el cine taller
de Lars von Trier sobre la película Dancer in the Dark. Como ya sabrás, de
descarado llegué a la casa a cambiarme con rapidez para largarme a Bogotá y
verme con Natalia en la Virgilio Barco a eso de las 3:00 pm. Se acercó mi cucho
y me preguntó que para dónde iba, con las palabras entrecortadas le dije que a
Bogotá a un cine taller. Un gritado ¡NO! fue más que suficiente para arruinarme
todo, cosa que no le perdoné. Después Natalia me llamó para decirme que paila,
que no pudo entrar porque la biblioteca estaba tetiada de gente, la berreadera
y la alegadera fue en vano.
El lunes 4 de agosto nos citaron
de nuevo en rectoría supuestamente para ver los resultados y poner las cartas
sobre la mesa, mejor dicho, para por fin descabezarnos. Antes de esto Roscael
nos citó en su oficina para entregarnos nuestras carpetas, de las cuales solo
aparecieron la de Jeison y la mía, la de Pava no aparecía por ningún lado. La frase
resumida para dar calma a la situación fue “ay, gordo, no encuentro tu carpeta”,
olímpica, con cagada de risa y todo.
Esa fue una, porque la otra fue
arriba en rectoría ya sentados con nuestras mamás ahí presentes, como cuando
están juzgando a alguien por un delito que nunca cometió, en frente de Concha,
Roscael, Filiberto, Jacqueline, Sandra la psicóloga y otro lagarto colado por
ahí. Se me olvidaba su eminencia doña Margarita, god save the queen, quien
utilizó con finas y delicadas palabras de su más precario repertorio la
siguiente frase que en todo lo que me queda de vida nunca pero nunca se me
olvidará:
- ¿Y ustedes qué quieren?
Obviamente la fijada de miradas
entre Pava y yo fueron inmediatas, pero le dieron tiempo de continuar:
- ¡No me pidan un carro!
Mira, la cagada de risa en la
cara de esa vieja dejó mucho qué desear, hasta ahí habíamos tocado fondo.
Las opciones a escoger eran las
siguientes: clases a distancia en la jornada nocturna o que nos echaran del
colegio. La verdad no había mucho para elegir, igual las clases a distancia no
me sonaban de a mucho, me parecían un complique, una mamera. Que me echaran del
colegio ni decir, estaba pendiente de un hilo con mi cucho. De hecho, ya sabrás
que por obligación si quería seguir andando vivo en ese colegio tenía que
aullar de noche, y me tocó. Nunca lo había hecho, pues bacano experimentar, y
así fue, que quede en secreto.
Igual, aquí estoy vivito y
coleando, triunfante, no me pasó nada, pero les demostré que conmigo paila
porque no les di el gusto de que me vieran arruinado como un vil perdedor. La verdad
son cosas que le pasan a uno por güevón, pero me deleito recordando estas
experiencias irrepetibles que me dejó el colegio y que, cada vez que me acuerdo
de todas, no hago más que chuparme los dedos del sabor de cada una de esas
embarradas que uno cometía cuando estudiaba.
Bueno, esa fue mi recordada
historia a lo neosawyer, la que más me marcó, no hay necesidad de preguntarte
si me crees porque sabes que fue así.
Espero dentro de unos años más
adelante escribir un libro, la verdad por si no sabías es una de las cosas que
más me gusta hacer, y no me da mamera, antes me da gozo, escribir es relajante.
Sé que no soy el mejor en este ámbito y que estoy muy crudo hasta ahora, pero
por algo se empieza. Ahí verás si te quieres sumar a ese asunto, un buen libro de
los dos no sería mala idea, sería como un rompecabezas uniendo todas las piezas
vividas.
Azazel.
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