Después del boom mediático de mi
anterior entrada, si es que a más de 200 visitas (¡gracias totales!) se le puede llamar así, no he
estado muy segura sobre qué escribir. Había querido seguir por la línea de la
crónica capitalina, quizá contarles sobre mis experiencias en "Transmi",
pero después de contar mucho sobre busetas pensé que eso sería la repetición de
la repetidera, si la sola idea me produce pereza no me imagino qué produciría
en ustedes leerlo. En fin, eso me lleva al punto de este post: creo que en algún punto del camino se me perdió la idea original de este
blog, contar cosas de mi vida y opinar estupideces, independiente de si
alguien las leía o no. Así que me he propuesto volver a la carga con mi actitud belicosa
inicial y por ello les digo lo siguiente: seguiré escribiendo lo que me dé la gana, si
gustan leerlo es problema de ustedes, y si no están de acuerdo con lo que
escribo me lo pueden decir de una manera respetuosa y así mismo responderé (a lo O-Ren Ishii), pero eso no significa que cambiaré de parecer.
Claro, a menos que eso sea solo
un pajazo mental de mi parte para tranquilizarme. Uno muchas veces se dice
"me importa cinco lo que los demás piensen", pero la mayoría de
esas veces uno está tiempo después chequeando comentarios, mirando la cantidad de
gente que ve las entradas, rumiando por una nota en la universidad, esperando
que el tipo en cuestión por fin se decida a invitarlo a uno a salir y
lamentando que no lo haga... ¿necesidad de aprobación a la vista? nooo, ¿pero
por qué?
Por supuesto, no soy a la única a
la que le pasa. Muchos estamos deambulando por la ciudad preguntándonos por qué
si nos matamos las neuronas tratando de encontrar la inspiración suficiente
para escribir algo medianamente decente nadie se toma la molestia de leerlo, o
por qué si nos quemamos las pestañas haciendo un muy buen trabajo para la
universidad nuestra nota no pasa del 3,5 (mientras otros que se dedicaron a lo
que yo llamo "repito y repita lo que dice el texto" sacan hasta 5), o por qué si
somos atractivos físicamente, sexys, inteligentes, divertidos, simpáticos y
demás (tal vez no todo lo anterior se aplique a mí pero hagamos de cuenta que sí)
no logramos tener una relación estable como muchas personas las tienen. Más bien deberíamos preguntarnos por qué ese tipo de cuestiones llegan a atormentarnos. Y he
aquí la respuesta: porque lo estamos haciendo por las razones equivocadas.
Con esto me refiero a que todos
los esfuerzos sobrehumanos que hacemos los estamos haciendo en función de los
demás, no de nosotros mismos. Y les tengo malas noticias, mis queridos
compañeros de batalla. Si estamos escribiendo en nuestros blogs para que la
gente los lea, entonces estamos entrando en el mercantilismo absurdo de pensar
en qué le gustaría leer a la gente y no en plasmar nuestros pensamientos, que
es la función primaria de tener un espacio como este. Y muchas veces por estar
pensando así estamos publicando estupideces y estamos creando entretenimiento
banal en vez de crear escritos a base de nuestros argumentos que al menos dejen
la semilla de la duda en los otros y los pongan a pensar, que sería el ideal, al menos de este blog.
Y cada vez que hacemos un trabajo
en la universidad pensando en la nota (y no estoy diciendo que no sea
importante sacar buenas notas, no es que nos volvamos mediocres, lo que digo es
que ese no debería ser el propósito ulterior de los trabajos), nos estamos
olvidando de lo verdaderamente importante, de la razón principal por la que
estudiamos en una universidad y por la que (quien sea) nos está pagando una
carrera, aprender. Créanme, si nos las supiéramos todas no “perderíamos” cinco
años de nuestra vida estudiando, estaríamos ejerciendo la profesión de una vez,
pero como no es así… además, cada vez que estamos pensando simplemente en los
requerimientos de un profesor (y de nuevo, no estoy diciendo que no sea
importante su opinión), estamos labrando nuestro camino a ser prostitutas del
sistema. A trabajar en oficios que detestamos porque nos están pagando
un sueldo (que muchas veces no nos pasa de los cinco primeros días del mes, pero esa es otra historia), a hacer diseños que no nos agradan por vendérselos al cliente, a
hacer cierto tipo de obras de arte solo porque eso es lo que está de moda, etc.
¿Y nosotros qué, dónde quedamos? Nuestra autonomía como profesionales, como
seres humanos, se habrá ido al traste.
Y lo más triste, si nos
desgañitamos por conseguir que una persona nos quiera, después haremos un doble
esfuerzo por mantener esa persona a nuestro lado, aún a costa de nuestros
principios, aún a costa de lo que la universidad de la vida nos ha enseñado. Claro,
usted sale con el personaje y se empeña en mostrarse cual pavo real, en
enseñarle como usted es lo mejor que a este pobre ser humano le ha pasado en la
vida. Se pone su mejor pinta, saca sus mejores modales, aprende a comer con la
boca cerrada, trata de no poner los codos en la mesa, y trata también de mantenerse
interesado en la conversación pueril del personaje, en sus gustos y opiniones; luce
despreocupado/a, divertido/a, casual, hace todo lo que sus revistas tontas (o
las de su mamá) le han dicho que haga. Y cuando ya usted lo atrapa, el
individuo en cuestión hace lo que le da la reverenda gana con usted. Llega tarde
(o no llega), le ignora deliberadamente, no le dedica tiempo, no le habla por
ninguna red social, coquetea en forma descarada con otros/as, le pone los
cachos, le golpea (o le insulta, es lo mismo aunque usted no lo crea)… y usted,
muy sumiso/a, muy pendejo/a, se le aguanta todo porque muy para sus adentros
piensa que si tan difícil fue atraparle, así de tenaz será que otro/a se deje
echar la soga al cuello. Eso es un problema enorme de autoestima y
autoconmiseración. Así que de manera atenta le aconsejo que la próxima vez que
salga con alguien se relaje y no piense en si usted es adecuado/a para el otro
sino en si el otro es indicado para usted. Tenga los ojos muy abiertos y dese
cuenta que detrás de alguien no se debe correr, porque siempre vendrá alguien
detrás, y no sienta jamás que se está quedando del tren.
Ejemplos en los que uno deja de actuar por su propia cuenta y se vuelve una marioneta circunstancial de los demás hay muchos más. Ahora, usted se preguntará: “¿y
cómo hago para que lo que los demás piensen de mí no me afecte, para que de
verdad me importe un carajo?” Sencillo. Según mis experiencias, esta fórmula
me ha servido (a veces) para que no me afecte demasiado la opinión de otros
sobre mí.
Tenga en cuenta que, y a riesgo
de que suene clichudo, usted no es un billete de 50.000 pesos para que le guste a
todo el mundo. Es más, ni siquiera Dios le gusta a todo el mundo, con eso le
digo todo. Entonces, haga un recuento mental de sus valores, sus creencias, sus
principios, su modo de ver la vida, sus pensamientos, sus opiniones; pégueselos
al disco duro con Bóxer si es necesario y ¡ACTÚE DE ACUERDO A ELLOS, POR EL
AMOR DE JESUCRISTO! Reitero, esto no le va a gustar a todos, y habrá gente a la
que usted probablemente le caiga bien que alguna cosa que usted haga no le va
a caer en gracia, pero no lo tome personal. En el momento que usted hace uso de
su autonomía, se dará cuenta que todos tenemos derecho de usar la nuestra, y en
ese orden de ideas podremos estar de acuerdo con usted o no, pero eso no es
problema suyo. A la larga, la única persona con la que usted debe ser claro y
coherente, es usted mismo. Eso es lo único que importa, nada más.
Y por último,
no espere nada de nadie, déjese sorprender, eso es más bonito.
Ahí les dejo lo que Andrea Echeverri y Joan Jett tienen que decir al respecto:
Cuando tengo una idea y la gente está de acuerdo, siento que he hecho algo mal. Pero pues nada, en realidad estoy de acuerdo con lo que dices, sobre todo me hiciste reír!
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