Recuerdo que alguien cercano a mí
hace algunos años me dijo lo siguiente: “X persona pagará tu universidad y
pondrá el mundo a tus pies, todo lo que debes hacer es cambiar tu manera de ser”.
No se me pedía nada más.
A veces me pongo a pensar qué
hubiese pasado si le tomase la palabra a esa persona (o a cualquier otra en
algún momento de mi vida) y me hubiese convertido en otra cosa, no sé, tal vez
en alguien más dócil, más linda, más femenina quizá, menos problemática, menos
incendiaria, con menos videos en mi cabeza, en fin. Y después de meditarlo con
calma siempre llego a esta conclusión: tal vez si fuese la persona que el mundo
quiere que sea mi vida sería muchísimo menos complicada, salvo por una cosa, no
me sentiría feliz, y créanme, alguien como yo valora más la felicidad que el
facilismo.
A pesar de que en muchas
ocasiones no me siento completamente conforme con quien soy (y hasta mejor
porque si lo estuviera me estancaría), no me sentiría feliz siendo alguien más
por varias razones. Como lo he dicho en varias ocasiones, creo que uno no puede
pasarse la vida tratando de complacer a otros, eso es un servilismo inútil. No hay
nada más gratificante que vivir basado en los preceptos propios, en el universo
que uno mismo construye leyendo, investigando, experimentando, corriendo el riesgo
de vivir.
Por otro lado, si en algún lugar
de la historia hubiese cambiado mi forma de ser por congraciarme con alguien más me sentiría todo el tiempo como si estuviese
viviendo una vida que no es la mía, una mentira. Sentiría que me estoy
traicionando, y que los principios que tanto defendía a la larga no valían nada
para mí, pues los habría vendido al mejor postor. Ese es un precio demasiado alto y no pienso pagarlo. No quiero jamás levantarme de
mi cama sabiendo que me he convertido en lo que tanto he criticado desde que
tengo uso de razón, una caricatura de mí misma, una marioneta. Sería mejor que me cayera un meteorito encima y me
aplastara.
Finalmente, a pesar de no tener
precisamente una vida apacible y escalonada como la que vende la publicidad y a
pesar de unos cuantos errores, siendo como he sido hasta ahora he logrado la
mayoría de cosas que me he propuesto, aunque todavía me faltan muchas más. He tenido
más de una vez la satisfacción de responderle con argumentos a aquellos cuantos
que alguna vez me dijeron “no puedes hacerlo” con un contundente “mírame
hacerlo, y aprende”.
Si hay algo que admiro de la
condición humana, es su capacidad de lucha. El tener un motivo por el cual
levantarse todos los días y dar la pelea, darla con todo lo que se tiene, y si
no se tiene, sacarlo de donde no lo hay y seguirlo haciendo. Hay gente que ni
siquiera se molesta, tal vez porque les da miedo enfrentarse al mundo, porque
su vida ha sido tan sencilla que no tienen esa necesidad, porque otro lucha por
ellos o más triste aún, porque no tienen nada que los mueva a luchar. Aspiro nunca
ser así.
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