domingo, 8 de febrero de 2015

Guía para ser un princeso.


En algún momento de la historia, a alguna mente privilegiada de Internet se le ocurrió la más relevante de las modas de los últimos siglos; la de los princesos. El origen etimológico exacto del término es un misterio, pero asumo que era una especie de respuesta sarcástica al feminismo de la red, que propendía a luchar contra la violencia de género. Pues bien, queridos amigos, creo que el ideal ha sido subvalorado, porque ahora somos las mismas mujeres quienes hemos adoptado aquella palabrita para definir a cierta clase de hombres que a continuación me permitiré describir.

Antes que nada, he de aclarar que ser princeso no tiene nada que ver con ser homosexual (así Katy Perry diga lo contrario en “Ur So Gay”), pues son dos conceptos muy distintos.

Ahora, como muchos de ustedes se sienten orgullosos de ser todos unos princesos, he querido regalarles a quienes quieran emularlos una fácil y entretenida guía para que lo logren, y se conviertan en la versión chibcha de Prince Charming (sí, el de Shrek).

Ojo, si usted cumple con alguna de las características eso no quiere decir que sea un divo de vereda, aunque tal vez esté en camino. Pero si tiene tres o más, créame, es todo un rey.

La actitud lo es todo.

Nada de lo que verá a continuación le será útil si usted no tiene la actitud correcta.

Empecemos por su ego. Usted no caminará, levitará entre los mortales, como si fuera un dios. Todos sus deseos serán órdenes para el resto. Siempre se hará lo que a usted le dé la gana, lo que quieran los demás valdrá menos que caca de perro. Siempre sienta y haga saber al resto que usted es más que todo el mundo. Si sigue meticulosamente las próximas instrucciones tendrá argumentos que sostengan su posición.

Un princeso se cree y se siente de la realeza. Pero no es como una reina de belleza, o Lady Di que se la pasaba metida entre leprosos y pobres, todo lo contrario. Unirse a causas a favor de la gente de escasos recursos no está en sus planes, no le interesa en lo más mínimo. Cree que la mayor aportación que le da al mundo es simplemente existir.

El princeso le huye a los ñeros como si fuera la peste, les tiene asco, tirria y miedo. Se cree superior al 99,9% de la población mundial y lo demuestra todo el tiempo, no solo con la gente humilde, sino con quienes están en su mismo nivel socioeconómico. No es necesario que usted viva en Rosales, sino que se comporte como si así fuera. Así que ya sabe, desdén ante todo.  

Para que a nadie le quede duda de su grandeza, déselas de intelectual. Impresione a la gente, sobre todo a las chicas, con todos los libros que ha leído en su vida. Qué más da si usted solo leyó Juventud en Éxtasis en el colegio, y por morbo, su secreto está a salvo con nosotros. También aduzca que solo ve cine arte, que las películas comerciales son una reverenda porquería para las masas ignaras, y que las de acción solo las ven personas sin pizca de educación. Ahora, si se quiere hacer el romántico, dígales a las chicas que le gustan las chick flicks, no falla.

Demuestre al mundo cuan culto es a través de la música que escucha. Dígales a todos que usted solo escucha música clásica, jazz, o cosas más “mundanas” como Amy Winehouse o Joss Stone. No importa que en secreto escuche reggaetón y vallenato, que cuando esté jincho le dé por cantar rancheras a grito herido, Ricardo Arjona o Justin Bieber (baby, baby, baby, oh!) y que su ídolo sea Romeo Santos.

La pose de intelectualoide solo tendrá que mantenerla mientras coja confianza, después podrá seguir siendo el mismo reggaetonero estrato siete que siempre ha sido. Esto le servirá para, como diría Andrés López en La Pelota de Letras, confundir y reinar. Además, le dará un halo de misterio irresistible (eufemismo para: la gente se preguntará ¿y este man qué?).    

Véase como todo un Ken.

La prioridad de un princeso es su imagen y arreglo personal. En ese orden de ideas usted invertirá todo su tiempo libre en cuidar milimétricamente su aspecto, para que después pueda lucirse en su oficina o universidad, restaurantes de la zona G y bares de la zona rosa.

Le advierto que tendrá que hacer una gran inversión de tiempo y dinero, esta guía no es para cualquier aparecido.

La mayoría de machos cree que solo debe invertir cinco minutos de su tiempo en arreglarse. Pero no es su caso. Usted será de los que toma baños de 20 minutos o más, en los que embadurnará su cuerpo de cremas para que su piel se vea y se sienta lo más suave posible. Además, aplicará en su cabello (pelo nunca, aunque cabello sea una palabra inmunda) todo tipo de tratamientos. También se depilará completamente, sí, hasta las axilas. Y quién sabe qué carajos más hará en ese tiempo, no lo sé y no me interesa saberlo.   

El hombre promedio también piensa que la peluquería es asunto de 20 minutos, en los que le cortan el pelo y pare de contar. El princeso en cambio no va a una peluquería, sino a un salón de belleza, en el que aparte de cortarle el pelo, le hacen el manicure y pedicure, masajes, lo depilan, en fin.

¿Qué mejor plan para un princeso después de tres largas horas en el salón de belleza que gastar la plata de la quincena en un buen guardarropa? Porque de nada le sirve a usted invertir tanta cantidad de tiempo en el spa si va a seguir usando los mismos chiros de siempre, la camisa con el cuello roído y los calzoncillos gris ratón. Para cambiar su armario no escatime en gastos, nada de irse a San Victorino, a un outlet de las Américas o a una feria artesanal. Todo lo que usted use debe ser lo más caro y de última moda, debe gritar “¡tengo mucha plata!” a kilómetros. También cambie su ropa interior, nada de marca pollito, no se baje de Gef. Elija colores sobrios, como blanco, negro, azul oscuro, e incluso si usted es un poco más arriesgado cómprese unos rosados. Pero por favor, asesórese bien, la idea es que se vea como galán de telenovela, no como aspirante a traqueto.
   
Deje el sedentarismo a un lado e inscríbase a un gimnasio. Para seguir haciendo ejercicio en casa, cómprese unas pesas o, si su presupuesto lo permite, una elíptica. Un gordo fofo o un alfeñique no puede ser un princeso, no le va. Eso sí, con la cara de chibcha no es mucho lo que se puede hacer.

Sea delicado y cuidadoso al hablar.

¿Qué sería de un princeso muy bien vestido y arreglado si a la hora de hablar se pierde todo el encanto? Por eso, usted deberá tener suma atención en lo que dice, y cómo lo dice. Recuerde que lo último es más importante.

Haga de cuenta que nunca pasó por una institución educativa, mejor aún, que jamás pisó una biblioteca. Para que me comprenda, haga de sus conversaciones una cuestión de forma, no de fondo. Busque temas que tengan la profundidad de una tapa de cerveza retornable. Asuntos como cuántas viejas se ha comido, qué tanto se emborrachó la última vez que fue a la 93, el tiempo que pasó en el salón de belleza, o cuánta plata se gastó en ropa el último mes, le serán muy útiles y fáciles de discutir. No pierda su tiempo con cosas como la filosofía kantiana o el Dow Jones, sus amigos princesos no lo entenderían, y usted menos.  

Hable todo el tiempo como si tuviera una papa caliente en la boca. Sobreactúe con frases como “o sea, mariquis”, “mira esa nena tan churra, won” (güevón nunca, won), “esta farra es un hit”, y otras que no deseo recordar.

Y claro, cuando se encuentre por ahí con alguien que no habla tan bonito como usted, dese el lujo de denigrarle con frases como “mucho ñero”, o “mucho hampón”. Por favor, un princeso se cree estrato siete y habla como estrato siete.  Quien no se exprese de la misma forma no es digno de compartir su espacio.

Sea toda una gallina.

Un princeso está más cerca de ser una estatua de cera que de ser un neandertal. ¿Darse en la jeta con otro tipo? Nunca, se le dañaría el blower. ¿Defender a su novia de unos ladrones? Jamás. En esos momentos lo que se debe esperar del sujeto en cuestión es que se esconda tras las faldas de su pareja (¿o pantalones?) y sea ella quien tenga que dar la cara por él, si es que no sale a correr despavorido.

Pero esto infortunadamente no es suficiente. Si usted desea ser un princeso de verdad, debe temerle hasta a las situaciones más cotidianas, todo habrá de ser una señal de peligro para usted.

Por ejemplo, deje de montar en Transmilenio, no vaya a ser que se le dañe el manicure y se le peguen los olores de todo el mundo, entonces las tres horas que invirtió en hacerse las uñas y echarse loción de bebé se le irán al carajo. Aparte, los raponeros que nunca faltan pueden enamorarse de sus cositas, y para más colmo no estará de más la vieja fea que se le pegue por delante. Ahora, si por obligación tiene que utilizar este servicio, súbase al bus con las manos a cada lado de su cuerpo con expresión de “no me toquen, por favor, gas fuchi fó”.

Evite también pasar por ciertos lugares de la ciudad. Para esto dígale a sus amigos “uy, qué ceba de sitio, mk”, seguro ellos estarán de acuerdo con usted. En Bogotá JAMÁS vaya de la 72 para abajo, pobrecito, cuidado lo violan. Y cuando vaya con su chica por la calle, no intente hacerse el macho, pues como ya vimos anteriormente no le queda. Dígale cosas como “amort, esta calle está muy fea, vamos con precaución para que no nos roben”. Si esa vieja se ríe en su cara es porque ella no entiende que su status no es para cualquier sector.

Una Barbie para un Ken.

Es primordial que tenga en cuenta que no todas las mujeres somos dignas de andar con un personaje de tan alta alcurnia como para en este momento es usted si ha seguido las anteriores recomendaciones al pie de la letra. Nada de andar metiéndose con cualquier guaricha, con cualquier lobita de call center como usted las llama, porque se le daña la imagen. Quedan descartadas también las intelectuales, chocolocas o machorras, pues no corresponden a lo que usted quiere proyectar. Y si le llega a gustar alguna, úsela y mándela al carajo, pero nunca la saque a la luz pública, ¿qué dirían sus amistades?

La mujer que usted presente en sociedad tendrá que ser de su mismo nivel socioeconómico, o por lo menos aparentarlo. Deberá cuidar su aspecto mucho más que usted. Por ejemplo, si usted gasta 20 minutos en la ducha, ella gastará dos horas; gastará el doble de plata en ropa, lencería sexy y calzado, y nunca repetirá atuendo, cosa que a usted sí le está permitida; sus lugares favoritos de la ciudad serán el centro comercial, el salón de belleza y el gimnasio, no saldrá de ellos. Será muy femenina, y más delicada al hablar que usted, nada de groserías o expresiones ñeras. Y hablará de los mismos temas que usted, hasta se pueden dar consejos de belleza. Oh, cuántas cosas en común, serán la pareja ideal. Si le aburre mucho este tipo de mujer, se jodió, porque al ser un princeso esta es la clase de mujer que usted aspirará levantarse.  

La mujer perfecta para un princeso es simple, una igual a él, así a veces las personas se confundan y no sepan quién es Barbie y quién es Ken.

Y a la hora de levantar…

Como usted ya es una gallina, es lógico que le dé miedo hablarle a una mujer en un sitio público, como un bar. Pero usted no es ningún bobo, entonces se llevará al más entrador de sus amigos para que le ayude a charlarse a un par de nenas, una para cada uno. Lógicamente, usted se lleva a la mejor, ni pendejo que fuera. Cuando hayan encontrado al par de víctimas, digo, conquistas, deje que su amigo haga todo, y dedíquese a observar. No se moleste en ser amplio con las féminas, recuerde que su encanto hace todo por usted. Más bien, limítese a comprar una cerveza de litro para todo el mundo. Si esto no funciona y las muy desagradecidas al final de la noche solo se despiden de usted con un beso en la mejilla, vaya a un rincón del bar y haga cara de perro regañado, pueda ser que alguna distraída por lástima se lo lleve a su casa a lamerle las heridas, si sabe a lo que me refiero.

Si por azares del destino usted logró levantarse a una vieja, traslade también esta desidia a su relación. Busque y llame a su pareja solo cuando a usted le dé la gana, véala solo cuando usted quiera. Ignórela por días y semanas. A ella no le molestará, antes debería estar agradecida porque alguien tan magnífico como usted le está haciendo el favor de estar con ella (y yo me pregunto ¿eso realmente es estar con alguien?). Cuando salgan juntos, no le gaste ni un chicle ni haga el mínimo esfuerzo por ella. O sí, llévela a sitios caros de vez en cuando, pero solo para que a ella no le quede la menor duda de su supremacía. No se le olvide restregarle en la cara sus invitaciones cada vez que pueda.  

A la hora del sexo, igual. Solo tire con ella cuando usted quiera, y como a usted le plazca. Si a ella no le gusta, da lo mismo. Y si se niega a cumplir sus caprichos en la cama, búsquese a otra. Total, usted es el rey.


Esperamos que esta guía les sirva, al menos de diagnóstico. Si ustedes se ven identificados, tengan presente que aquí no hay nombres ni apellidos, y que están a tiempo de rehabilitarse.

Y un consejo para usted, señorita que anda con un sujeto de estos. No pierda su valioso tiempo ahí. Estos tipos no cambian, a menos de que les pase alguna tragedia, no cuenta como tal que se le parta una uña, y es muy probable que usted no alcance a ver eso. Y si el tipo la echó, no se desgaste en buscarlo, mucho menos en rogarle, más bien dele gracias a la vida por librarse de él. Tenga presente que en la vida de un princeso usted solo es un objeto más, con el que se divierte hasta que se canse. No negaremos que Ken es un papacito, no en vano gasta tanto tiempo en cuidar su imagen, pero si para él no está a su altura la va a usar hasta que pierda el interés, sin que nadie se entere, porque le da pena que lo vean con usted, así sea una mujer muchísimo más valiosa que él como me atrevo a asegurar que lo es, luego la va a mandar al carajo sin ningún respeto o consideración. Adelántese, hágalo usted.

Y recuerde, Ken no tiene pipí, pero sí una cabeza hueca.



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